Un millón

Qué incómoda es Eva Kaili

Eva Kaili.

Eva Kaili. / EFE

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Todas las incomodidades del día concurren en Eva Kaili, en la que se depositaban con plena naturalidad todos los discursos confortables. Mujer, joven, preparada, empoderada, griega y socialdemócrata, aunque con criterios independientes.

Iba bien para todos. Para los griegos humillados en las crisis de 2009 rescatados con austera violencia, según se ve ahora. Joven en un PASOK antiguo y "señororial" aunque últimamente, pese a griega y pese a socialdemócrata, creyera que las ayudas que recibieron sus compatriotas empobrecidos fueran "subsidios para vagos", como los definen los liberales que solo se saltan las tres comidas diarias para hacer dieta milagro.

Cuánta epopeya de rotura de techos de cristal habrá acompañado a esta política, "que ha representado a todas las mujeres" (según los criterios simbólicos de las conductoras de magacín televisivo matinal) desde que la eligieron concejal en Salónica a los 22 años, diputada más joven de Grecia a los 29, europarlamentaria a los 36 y vicepresidenta europea a los 43.

En la línea posibilista, Eva Kaili defendía la diplomacia del fútbol en Qatar –"país en la vanguardia de los derechos laborales"– que tanto iba a inspirar a sus vecinos de entorno cultural, mientras recordaba los miles de compatriotas griegos muertos en la inmigración legal por Europa. Todo bien, todo inspirado por sobornos millonarios cataríes, recibidos en compañía de su pareja y su papá, detenido en la cálida compañía que dan 600.000 euros en metálico, y del exeuroparlamentario socialista Pier Antonio Panzeri, ahora director de la ONG Fight Impunity, dedicada a la lucha contra la corrupción. Entre otros tales para cuales.

Qué incómoda esta mujer, atractiva por igual para un diario de izquierda que para "Cosmopolitan", que viajaba en primera en el tren de todos los discursos moralmente confortables, que parecía que iba a por todas con todos, pero iba a lo suyo. Cuando sepamos la cuantía veremos si también se ha roto un techo de cristal en sobornos que seguirán barriendo las de siempre.

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