Un asturiano en Londres

Teletrabajo o ¡nada!

El mundo laboral tras la pandemia

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Julio Bruno

Julio Bruno

La última gran pandemia no solo ha representado una gran tragedia para la humanidad, con millones de muertos en todo el mundo y drásticas medidas de contención con mayor o menor eficacia en diferentes países, sino que además se ha traducido en un gran reto en cuanto a cómo vemos el mundo hoy en día, en particular el mundo laboral.

Antes de la pandemia, para un empleado lo normal era ir a trabajar a la oficina cinco días a la semana. Algunas empresas en el mundo occidental ya habían adoptado años atrás alguna medida tímida como el horario de verano, descanso los viernes por la tarde y otras iniciativas similares para ofrecer una mayor flexibilidad al trabajador. El debate del trabajo flexible llevaba años pululando por los despachos de recursos humanos, buscando como atraer y retener al joven talento que no veía el trabajo de la misma forma que las generaciones anteriores. Empresas tecnológicas punteras en el mundo ya habían adoptado medidas precisamente para hacer de la oficina un lugar de encuentro donde los empleados se sintieran a gusto. De esa forma durante los últimos 20 años, al menos, era normal ver compañías muy al estilo Google, ofreciendo comida y bebida gratis en la oficina, y toda clase de snacks, salas de videojuegos y beneficios variopintos, con el objetivo de retener al trabajador en este espacio el mayor tiempo posible. La premisa era que si un empleado estaba contento en la oficina la productividad aumentaba y la creatividad también, al pasar mucho tiempo junto a otras personas en actividades no ancladas al pupitre, pero dentro del entorno laboral.

Esa nueva forma de trabajar se extendió rápidamente en el mundo de los startups, no solo tecnológicas, sino en todas las nuevas empresas que querían imitarlas. Trabajar para una compañía así era considerado "cool" o guay. De la noche a la mañana estar muchas horas en la oficina, comiendo y bebiendo además de trabajando se puso de moda. Las empresas tuvieron que adaptarse a regañadientes y cambiar sus instalaciones y prácticas de trabajo creando espacios de colaboración y ofreciendo beneficios a semejanza de las startups. El nuevo credo parecía ser que la compañía que más horas retuviera al empleado en la oficina era la ganadora. Esto se vendía más o menos como "una gran familia" que trabaja y casi vive junta bajo el paraguas de una organización generosa que vela por su equipo. La mayoría comulgamos con el nuevo mantra laboral en su momento.

No obstante, si avanzamos el reloj a nuestros días, asistimos a un cambio de panorama radical. Los trabajadores de oficina ya no quieren ir a esta. Durante la pandemia todos pudimos comprobar que el experimento de teletrabajar no solo era posible si no viable, y además aprendimos que podíamos tener un mejor balance vital sin ser "esclavos" del despacho.

Dentro de todos los horrores que nos trajo el confinamiento, hubo también algunos puntos positivos como pasar mucho más tiempo con la familia, hacer cosas en común, desde comer juntos a hacer los deberes con los hijos. De repente nos dimos cuenta de que la vida no solo era levantarse pronto, ir al trabajo y volver a casa tarde sin ganas ni tiempo de pasar un rato con nuestros seres queridos. Vimos y vivimos un mundo diferente y una vez pasada la pandemia decidimos que ya no había vuelta atrás, que ya no era guay pasarse más de media vida en una oficina sin necesidad. Los avances tecnológicos nos han dado las herramientas suficientes para poder desarrollar la mayor parte de nuestro trabajo remotamente. Nos hemos convertido en nómadas digitales, y como tales ya no queremos volver a ese mundo de cinco días en la oficina.

Ahora el debate ya no solo está en exigir una semana laboral de cuatro días –como se está proponiendo en el Reino Unido– ni trabajar tres días en la oficina y dos en casa, si no que la demanda ahora es trabajar siempre desde casa. En el mundo anglo-sajón ya es una realidad que los lunes y viernes no haya gente en las oficinas. Las empresas progresistas están intentando adaptarse a esta realidad de las nuevas generaciones que ya no quieren lo mismo que sus progenitores y ven el mundo de forma digital y no analógica. Estos son los "millenials", las personas nacidas entre 1980 y 1998, y la generación Z o "zoomers", nacidos entre 1999 y 2012 aproximadamente.

El cambio radical propiciado por la pandemia está causando muchos quebraderos de cabeza a las compañías que intentan atraer talento a sus empresas y retenerlo. Es muy caro y poco eficiente estar perdiendo personal constantemente. En el Reino Unido y EEUU, por ejemplo, con un paro inferior al 5%, la competencia por talento es brutal y las organizaciones están cambiando sus prácticas laborales a pasos agigantados. Las nuevas generaciones lo tienen claro: "O teletrabajo o nada". Tomen nota.

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