Un millón

Meses de reduflación

Javier Cuervo

Javier Cuervo

La inflación se contagia entre productos, sin más vacuna que la ayuda al combustible. He aquí una dosis de recuerdo: el casi bollo de ahora era hogaza antes del verano. El pan es precio. No hay patrón pan como no hay patrón oro y por eso llamamos un cuarto a la barra, que desde hace muchas décadas no pesa 250 gramos. Ese nombre engañoso no nos hace desconfiar y seguimos llamando "pedazo de pan" al bondadoso, sea hogaza, sea bollo. El pan se moja en gasolina. El precio de todos los alimentos contiene trazas de combustible. Aun así, los panaderos aún llegan a pueblos (de los que el banco se fue) con sus furgonetas de reparto, de cartero cereal que vende un diario con mucha miga. Si la inflación no se detiene pronto les explicarán a esos pocos mayores serranos que el pan congela estupendamente y descongela pronto sin perder cualidades nutritivas ni color, sabor, olor y textura. Todo el mundo tiene nevera, arcón o intemperie suficiente.

Aún estamos lejos de los tiempos de hambre e ingenio de la posguerra española "con inventos que nada tienen que envidiar a los de países extranjeros" (que diría el No-Do). Entre ellos, la tortilla española de boniato y sin huevo. Quisiera ver si eso es culinariamente posible. Es buen momento para volver a hacerla porque en la alta cocina vale más el cocinero que el producto y esta tortilla –en un restaurante 3 estrellas Michelin– cerraría el círculo que se traza desde la miseria a la abundancia. ¡Un plato divertido!, se diría con toda imbecilidad en los negocios donde el producto es el cocinero.

Para la reduflación, esa mengua del producto sin subida de precio, se recomiendan soluciones caseras, como del recetario de la Sección Femenina, porque siempre hay que sonreírle al régimen. Hay que empezar por el cambio cultural de ajustar la ración al "no quiero más, gracias". La cultura de servicio matrilineal lo desoye y añade medio cazo. Además, arrumbe la cubertería y la vajilla de siempre y compre una de postre para el plato principal. La reduflación, bien entendida, empieza por uno mismo.

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