La burocracia y los burócratas

Contra el neopopulismo rampante

Javier Batalla

Javier Batalla

Hace ya algún tiempo que ha tomado cuerpo y alma –en consonancia– una especie de tsunami en nuestra nación con la intención de perpetuarse "in saecula saeculorum". Se identifica, o se reconoce, como la burocracia o los burócratas –tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando–, un sector de la población que tiene como objetivo y misión "sugerirnos" con carnet de sabios como debemos de hacer las cosas. Fundamentalmente transitan en las instituciones públicas y no tan públicas. No obstante, en la práctica unos y otros carecen de empatía, modestia y vocación de servicio, excepciones al margen como no puede ser de otra forma.

Este "ejército" calificado como terciario, costeado y subvencionado con los impuestos de todos, tiende día a día a multiplicarse como los "panes y los peces", de tal forma que cada año que pasa hay más ciudadanos que piensan solo en beneficiarse y disminuyen los que se dedican a producir. La historia nos ha enseñado que se llega más lejos sumando fuerzas, y no restando.

La "nueva política", así la llaman, y sus circunstancias han facilitado la proliferación de organismos públicos y semipúblicos echados al monte de la subvención –lo que parece nuevo es lo de siempre–. No es lo mismo repartir subvenciones para hacer política, que para hacer economía. Ni los profesionales burócratas tienen necesariamente porqué ser responsables únicos de la intromisión de la burocracia en la mayoría de las esferas de la actividad humana.

En muchas ocasiones recae el poder de decisión en el menos cualificado y no en el de más talento.

¡Pero ahí sigue, el declive del mérito y el esfuerzo!

Habría que preguntarse si esta proliferación de organismos de toda lid y condición ha servido para promover e impulsar la producción como actividad orientada a generar economía productiva, o por lo contrario, ha incrementado la burocracia improductiva depredadora y avivar gente y élites sostenidas en la mayoría de los casos por las arcas pública. ¡"Servir a", sin "servirse de"!

Si a cargo de los impuestos se continúan creando nuevos organismos, nuevas legislaciones globalistas y estableciendo con ligereza normas cuyo único resultado sean los gastos que originan, disminuir el paro entre sus afines profesionales, cuya vocación es vivir del erario público, solo servirá para continuar jugando con cartas marcadas que únicamente contribuyen a insertar nuevas puñaladas a las arcas y al declive económico de las instituciones, banalizando la política en favor de un neopopulismo rampante, como si existiera un nuevo mundo en un planeta que lo ha visto casi todo.

No necesitamos más normas restrictivas de nuestras libertades individuales; lo que necesitamos es que las que existen se cumplan.

Múltiples acechanzas transitan por el plato de la política y la burocracia cada cual más complejas. La frivolidad con la que se impone es una constante en la fabrica cinematográfica desde hace tiempo ¡llueve sobre mojado! y enumerarlas en estos tiempos de estupidez contemporánea plenos de un ego superior al sentido común, sería una reiteración.

A esta burocracia que suma a toda velocidad mayor número de adictos, y transita sin sonrojo desde la simulación, carencia de tacto y tibia actitud hacia la ciudadanía, estamos obligados y debemos recordarles, tal vez, a estos burócratas publicistas de la nueve hornada –que viven como si fueran turistas en su propio país– que no hay nada gratis: esto se debería enseñar en las escuelas, y que por encima de ellos prevalece la Nación, el País o la Patria –exprésenlo como quieran.

En conclusión, lo que hace falta es ser capaces de poner en marcha estructuras que generen trabajo, prosperidad que nos permita reconducir por la vía de los hechos el futuro a esas generaciones de jóvenes españoles que son la pieza angular y máximos exponentes del Estado, y no al revés. El pasado sí es nuestro, el futuro se lo debemos a los que vienen, ello nos obliga a respetarlos y respetarnos en beneficio del interés general.

¡Un Estado necesita lealtades y sentido común!

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