Más allá de las montañas

Lecciones de Senegal

Guillermo Martínez

Guillermo Martínez

Ocupando asientos contiguos en el Comité de las Regiones, el entonces presidente de la Región de Bretaña, Jean-Yves Le Drian, decía que Asturias tenía una gran importancia histórica, una marcada identidad y unos excelentes quesos, pero lo que de verdad ellos envidiaban eran nuestras majestuosas montañas.

Singularizarse en el mundo que vivimos no es cuestión fácil y por eso resulta de gran utilidad una referencia que haga las veces de mapa de urgencia para ser situado. Resultaba muy cómodo en Senegal responder que se provenía del norte, de allí donde las montañas miraban al mar. Una gran idea si no fuera porque muchas de aquellas personas no habían visto una montaña en su vida y debían imaginársela, cuestión que le daba aún una mayor carga simbólica, pues solo en el recóndito sureste del País Bassari, que hacía las veces de reserva montañosa, existían elevaciones de no más de 600 metros.

Del otro extremo sur, de la región de Casamance, de su minoría católica, provenía la guardesa de Villa Marina, la infatigable Tati, a la que a su fervor religioso sólo igualaba la discreción y humildad con la que vivía. Para una precipitada despedida, hizo llegar dos horas antes el coche para ir al moderno aeropuerto internacional de Blaise Diagne, porque decía que, aunque las cosas suceden porque el buen Dios las ha querido, conviene no llegar tarde a un viaje que debe preparar otro viaje, y que aquellas montañas de las que hablaba, aguardaban allí en el norte.

Durante toda esa tarde la red de datos cayó en buena parte del país. Solo unos vecinos franceses entendían el drama que ello suponía para los del mundo occidental; "la red está floja", "habrá caído algún poste" o un simple "es África", eran las respuestas que con cierta ironía transmitían a quien lamentaras tal situación. A veces las cosas que más deseas no son las importantes, las que necesitas no están disponibles, y las que tienes siempre, no las valoras lo suficiente.

Los 3.431 kilómetros que separan el departamento de Mbour de las masas calizas del norte son un buen ejercicio para ordenar todas las montañas. Desde esas míticas masas calizas a escasos kilómetros del mar, al alto del Campón desde San Lázaro de Paniceres, pasando por la Loma de El Cueto en Lugones que marca los confines occidentales de Siero, o el Pico Corona desde Manzaneda. De alguna forma la orografía no se procesa en nuestro cerebro como meras curvas de nivel, se mezclan en ellas sentimientos, vivencias, recuerdos y pertenencias. Como el Baobab, el árbol legendario de Senegal, que crece al revés, con las raíces hacia el cielo, probablemente para mostrarnos como intentaba decirnos aquel piloto (un tal Saint-Exupéry) de la Ruta Toulouse-Dakar, que lo esencial es invisible a los ojos.

En su obra póstuma, "Citadelle", Saint-Exupéry decía algo más: que lo esencial no son las cosas, sino su significado. Tati quería decir lo mismo cuando se peguntaba sobre nuestro proyecto de vida o nuestros valores. Pero también cuando se imaginaba unas montañas que no conocía, o cuando al citar algunas de esas geografías personales, mostramos la llave de interpretación de nuestro pequeño mundo interior. Y aún así, capaces de construir y de simbolizar grandes teorías, Tati afirmaba con asombro como aquellos blancos éramos incapaces de asumir las cuestiones esenciales de la vida o cómo mostrábamos desesperación por cuestiones tan banales como la caída de una red móvil. Y cuando se le cuestionaban sus argumentos en las largas conversaciones que manteníamos, abandonaba su impecable francés para decir en Wolof: "Lou way deff boppam", eres responsable de lo que haces.

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