Un millón

La aceituna es la recompensa

Javier Cuervo

Javier Cuervo

No se explica el éxito del vermú en un mundo sincronizado que estrena películas, libros y móviles a la vez a personas que hacen cola para verlas, leerlos y tenerlos, y en un capitalismo que no demora la recompensa más que el tiempo de cola preciso para lograr casi todo. El vermú ha regresado a los hábitos de los españoles, a esa vida que envidian los extranjeros que nos creen de vacaciones por haber nacido en su destino veraniego. No saben lo agitado que es vivir en España desde que, como ya que no se puede comprar un coche cada 5 años para mantener abiertas las factorías de automóviles, es patriótico sostener el sector hostelero de este gran país: café por la mañana, vermú al mediodía, cañitas o vinos en el tardeo y copa de noche, el que pueda, patriota nivel legionario o costalero. Este sinvivir de barra y terraza no se hace sin beber...

Pero íbamos al vermú y la demora de la recompensa. El vermú ha regresado como en los tiempos desincronizados y morosos del desarrollismo, de las aceitunas rellenas de anchoa –orgullo del ingenio español–, de los palillos de dientes que mondaban las caries, de los ceniceros de Martini, de los cigarrillos emboquillados, del sifón con armadura y de "los domingos de ABC". El mundo ha cambiado pero este vino dulzón de maderas viejas y color otoñal que nos hace abuelos de nosotros mismos y retrasa la hora de comer contiene el gran secreto de la demora de la recompensa: esa aceituna con hueso que espera en el fondo del vaso.

Visto desde fuera queda claro que la gente ha de beber el vermú para llegar a esa aceituna que nadie perdona, que se encarama a la boca o se pellizca con los dedos. Cuántos dolores de cabeza ha producido comer media docena de esas aceitunas que, servidas juntas en un plato, lo más que hacen es empedrar algo la conversación. No se entiende en este mundo de prisa y de recompensa inmediata que se tome el vermú como en los largos años del tiempo lento y se entiende menos que ningún emprendedor avispado haya hecho fortuna enlatando olivas al vermú sin vermú.

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