Opinión | Lo que hay que oír

El tío Mario y los preyslerianos

De la literatura a la vida privada

tio mario

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Me importan un bledo la vida sentimental de Isabel Preysler, la de Tamara Falcó, la de cualquiera, en definitiva, que no forme parte de mi círculo íntimo o sea susceptible de invadir mi libertad y la de mis semejantes con las veleidades de aquella derivadas. Ni leo las revistas de papel cuché o cuchá, ni veo los programas llamados del corazón, ni escucho la radio cuando hablan de esos personajes que pululan aireando sus separaciones, reencuentros amorosos, viajes o viajas, riñas y besos y abrazos, como tampoco sigo en las redes a personal semejante. No es porque así me sienta superior moralmente: es porque nunca encontré placer ejerciendo de vieja del visillo. Si de mí tuvieran que vivir quienes cobran por ventilar sus braguetas e interioridades, cuánta hambre no habrían de pasar.

Del Nobel Vargas Llosa me interesa su vida privada solo cuando la transforma en literatura: "El pez en el agua" o "La tía Julia y el escribidor". Lo demás, si va o si viene por alta mar, ni me hace más sabio ni más canalla. Solo me lleva a "bostezar como un cocodrilo", como me comentó él mismo −en cierta fiesta editorial− que le ocurría a partir de las once de la noche. La media docena de veces que he charlado o comido con él (todas en el pasado siglo) me pareció educado y amable. No concuerdo con sus ideas políticas de ahora, y del mismo modo que he leído con placer y provecho y alta admiración sus libros hasta "La fiesta del Chivo" (año 2000), me he indignado con sus opiniones neoliberales sobre la enseñanza pública o me he dormido leyendo ciertos bodrios (in my opinion) de cuyo nombre prefiero no acordarme.

¿A qué, entonces, este sermonazo? A que por todas las rendijas se me cuela la separación de Preysler y MVLl, ajeno rollo que no puedo eludir ni encuevándome: la culpa fue de ella, de él, del chachachá, del maldito cariñena, como se justificaba don Mendo... A que invaden mi libertad y sueltan a esa especie que me subleva: los profetas del pasado, la cofradía del yalodeciayó, los enterados, las siempre sabedoras del ajo de la cuestión, quienes dicen que todo ya estaba escrito en "Los vientos", premonitoria narración del Nobel, donde (sostienen, atrevidos y chulapos) ya se apuntaba la ruptura. Veamos.

En 2021, publica VLl en "Letras Libres" el relato que así se intitula. Una distopía en la que un narrador en primera persona deambula por el Madrid antiguo en busca del cuartucho donde vive y cuya dirección ha olvidado por eso de la edad. Hace referencias a la política de aquel presente, a la sociedad del mañana… pero, sobre todo, a los pedos. Los pedos que se tira el amnésico protagonista son los "vientos" del título. Se tira y tira pedos en todo el cuento. También se caga por sí. Su drama es ventoso anal, escatológico. Pero recuerda un par de veces (malamente: no repite igual) lo que llama error y aquí copio y pego: "Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita por una mujer que no valía la pena. Ya me olvidé del nombre de aquella mujer. Nunca la quise. Fue un enamoramiento violento y pasajero, una de esas locuras que revientan una vida". Pues bien: los preyslerianos y vargasllosianos y tamarianos y demás feligreses del cotilleo han corrido a contarnos cómo estas líneas presagio eran del fracaso parejil Isabel & Mario. De ser cierto el cuento y no ficción: ¿ha muerto la anterior esposa de MVLl tras casarse de nuevo? ¿Es el Nobel pedorro y sufridor de cagarria? ¿Vive en un minúsculo cuchitril? Es más: ¿ha muerto? Qué grandísimas bobadas de gente corta y ociosa. "Los vientos" es solo un relatito y como tal debe ser leído. De hacerlo así, igual hasta levantamos cabeza de esta nuestra incuria de patio de vecindad que tanto nos empobrece y humilla.

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