Siempre a tu lado

Sobre "La tierra baldía" y la fe cristiana de su autor, T. S. Eliot

Por uno o por otro, durante el año 2022 fui posponiendo este modesto reconocimiento periodístico al poema "La tierra baldía" ("The Waste Land"), o "estéril", como también se traduce en alguna edición española, del escritor estadounidense, afincado en Londres, Thomas Stearns Eliot (1888-1965), pero no quiero dejar pasar ya más tiempo sin dedicar unas líneas a este poema, publicado en 1922, que alguien ha calificado como el más influyente de cuantos se han escrito en el Reino Unido en el siglo XX.

El poema apareció primero en la revista "The Criterion" (1922); luego, en "The Dial" (1922); después, como edición príncipe, en la casa neoyorquina "Boni & Liveright" (1922); por último, en 1923, en la británica Hogarth Press, fundada en 1917 por Leonard y Virginia Woolf. De modo que, aunque estemos ya en 2023, llegamos a tiempo para conmemorar el primer centenario de su publicación, en forma de libro, en el Reino Unido.

Se ofrecen recorridos por los lugares londinenses asociados a esta obra de difícil intelección: el Puente de Londres, el Monumento al Gran Incendio, St Magnus the Martyr, St Dunstan in the East, St Mary at Hill, King William Street, St Mary Woolnoth, Queen Victoria Street o la solitaria torre de St Augustine, en Watling Street.

Eliot dedicó "La tierra baldía" a su amigo Ezra Pound (1885-1972), al que calificó, en el encabezamiento de la obra, de "il miglior fabbro", tomando esta expresión del Canto 26 del Purgatorio, línea 117, en la "Divina Comedia". Dante se estaba refiriendo, con ella, al trovador Arnaut Daniel, "il miglior fabbro del parlar materno".

Pound, sin embargo, años más tarde, cuando Eliot solicitó ser bautizado en la Iglesia anglicana, no reaccionó nada bien: culpó al clérigo William Force Stead (1884-1967), capellán del Worcester College de Oxford, que fue el ministro que le administró el bautismo, de "corromperlo".

Todavía fue peor lo que se dice que escribió Virginia Woolf (1882-1941) respecto a la conversión de Eliot: "Acabo de tener una sumamente vergonzosa y penosa entrevista con Tom Eliot, a quien deberíamos considerar muerto de hoy en adelante. Se ha convertido al anglo-catolicismo y cree en Dios y en la inmortalidad y va a la Iglesia".

Se ve que a los componentes del Grupo de Bloomsbury, que se tenían por tan liberales y tan abiertos, y de cuyos miembros, según Dorothy Parker (1893-1967), "vivían en ‘squares’ (cuadrados), pintaban en círculos y amaban en triángulos", les iba de todo, menos el que alguien pudiera ser devoto cristiano. "Odium fidei".

Eliot escribió "La tierra baldía" antes de su bautismo, que tuvo lugar, creo, en 1927, pero su corazón era ya, en 1922, horno inflamado, como el de san Agustín: "A Cartago llegué entonces / Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo / Oh Señor Tú me arrancas / Oh Señor Tú arrancas / ardiendo".

Y aunque estos versos que citaré a continuación fueron escritos por Eliot a partir del relato de una de las expediciones a la Antártida, en la que los exploradores, al límite de sus fuerzas, tenían la sensación de que entre ellos había, cuando contaban a los que se hallaban presentes, "uno más", a mí no se me quita de la cabeza que el poeta estaba pensando, cuando lo escribía, en Dios:

"¿Quién es ese tercero que anda siempre a tu lado? / Cuando cuento, solo estamos tú y yo juntos, / pero veo frente a mí, por el camino blanco, / siempre a otro que camina a tu lado, / deslizándose cubierto por un manto pardo, / embozado, no sé si es hombre o mujer / ¿pero quién es ese que va a tu vera?".

En el relato bíblico de los tres jóvenes condenados a morir en un horno encendido, el rey Nabucodonosor, sorprendido, exclamó: "‘¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?’ Le respondieron sus consejeros: ‘Así es, majestad’. Preguntó: ‘Entonces, ¿cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el fuego sin sufrir daño alguno? Y el cuarto parece un ser divino’" (Daniel 3,91-92).

Cuando salieron del horno, sin que el fuego hubiera hecho mella en ellos, "no se les había quemado el cabello de la cabeza, los pantalones estaban intactos y ni siquiera olían a humo". En la tradición iconográfica cristiana, desde las pinturas de las catacumbas hasta las de nuestro tiempo, al "cuarto" personaje se lo representa como un ángel.

El poeta español José María Souvirón (1904-1973) compuso un poema, "Ando por mi camino, pasajero", incorporado por la Iglesia a su himnodia, en el que expresa bellamente esta misma idea:

"Ando por mi camino, pasajero, / y a veces creo que voy sin compañía, / hasta que siento el paso que me guía, / al compás de mi andar, de otro viajero. / No lo veo, pero está. Si voy ligero, / Él apresura el paso; se diría / que quiere ir a mi lado todo el día, / invisible y seguro el compañero. / Al llegar a terreno solitario, / Él me presta valor para que siga, / y, si descanso, junto a mí reposa".

Y en la soledad de una tierra que parecía estéril y baldía, Thomas Stearns Eliot, acompañado y guiado por ese "Otro" que caminaba siempre a su lado, halló, en la fe cristiana, la luz, el gozo y paz que ni siquiera la más alegre primavera, si es que las hubiere ("Abril es el mes más cruel"), logra insuflar en lo más íntimo del ser.

Suscríbete para seguir leyendo