Una Variante colosal de gestión política desastrosa

Retrasar la apertura de la gran obra ferroviaria revela una planificación lamentable y una imprevisión absoluta

La visión difuminada del interior de uno de los túneles de la Variante circulando a toda velocidad

La visión difuminada del interior de uno de los túneles de la Variante circulando a toda velocidad / ADIF

Editorial

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La Variante es una obra colosal, como jamás otra se abordó en España, y uno de los principales hitos de la ingeniería en Europa. En cambio, su gestión política, desde los primeros pasos, ha sido desastrosa. Costó mucho que el Gobierno central la asumiera como remedio a los pésimos enlaces ferroviarios asturianos. Diputados de la región incluso votaron durante años en contra de ejecutarla, obedeciendo ciegamente las consignas de sus superiores y obviando el bien de los asturianos. Los partidos la enredaron en un absurdo debate sobre anchos, hilos y velocidades que solo contribuyó a dilatarla. Nadie desde aquí vigiló las demoras lo suficiente, ni presionó para remediarlas. Y ahora, cuando estábamos a punto de tocarla en mayo, sufre el enésimo aplazamiento. Los asturianos no merecen este trato.

Si la Variante no entró en servicio hace tiempo es porque políticamente nadie empujó lo suficiente para conseguirlo. Después de casi medio siglo con el proyecto sobre la mesa, diecinueve años de obras, once ministros distintos responsabilizándose de los trabajos, cuatro presidentes del gobierno de la nación a los mandos y otros cuatro autonómicos enfrente para velar por las promesas, no hay excusas que puedan justificar un retraso tan apabullante. El mayor túnel ferroviario del mundo, el de San Gotardo en Suiza, con 57 kilómetros de longitud, el doble que los de Pajares, se inició por las mismas fechas, se construyó en trece años y ya lleva siete funcionando.

Demoras por causas sobrevenidas surgen en cualquier parte, entre La Robla y Pola de Lena y bajo los Alpes. Los imprevistos de atravesar la cordillera Cantábrica superan lo tolerable por muchas dosis de comprensión que haya que echarles. Tal parece que a los titulares de la cartera de Transportes les causan vértigo los 4.000 millones de euros gastados para un millón escaso de habitantes. Si es así, por favor, díganlo de una vez sin tapujos.

Cualquier avance sustancial de las comunicaciones en el Principado va a requerir siempre de inversiones descomunales. Los asturianos no tienen la culpa, ni pueden considerarse víctimas o albergar reparos. En su caso, es lo que implica habitar entre montañas. A subvencionar los vuelos de quienes residen en territorios insulares hay que destinar cada ejercicio 500 millones de euros del dinero de todos –en ocho años, como una Variante–. Y el último rescate de autopistas –no la del Huerna– para convertirlas en gratuitas obliga a partir de ahora para su mantenimiento a un desembolso extra de 450 millones en cada Presupuesto estatal.

Hasta una docena de fechas de apertura distintas comprometieron los gobernantes del PSOE y del PP para acabar la Variante. El Ministerio se aprovechó de dirigentes autonómicos dóciles y despreocupados para escatimar en las Cuentas lo que un esfuerzo de esta envergadura exigía. Los políticos asturianos, siempre a remolque y con peso menguante, remataron la jugada enlodando el terreno con debates técnicos absurdos y polémicas estériles.

La algarabía sirvió en bandeja la excusa para diferir soluciones. El último ejemplo, esta semana. El tendido anterior y posterior a ambas bocas, hasta León y hasta Oviedo, aún está por adaptar a las exigencias de un trazado moderno. Un escándalo no porque haya que cortar las vías los fines de semana para afrontar los trabajos, sino porque la mejora quedó sin ejecutar a la par que se hacían los dos agujeros, comprometiendo su rendimiento y perpetuando las molestias a unos usuarios que ya recibieron suficiente castigo padeciendo estoicamente la vieja rampa decimonónica por el puerto.

Asturias necesita con urgencia la llegada del AVE. Nunca la región contó con tan buenas infraestructuras, lo que no significa que goce de comunicaciones eficientes. Hasta hace bien poco apenas existía una oferta amplia de vuelos internacionales y los billetes de avión a Barajas alcanzan precios prohibitivos. Por autopista la conexión con Madrid suma los peajes más caros de España. Un tren que complete el recorrido en menos tres horas estimulará la competencia y cambiará el panorama.

Los asturianos se han ganado con su paciencia el derecho a que nadie les siga contando milongas ni tomando por imbéciles

Retrasar la inauguración unos meses después de aguardar décadas no supone un daño irreparable. Aunque, viniendo de dónde venimos, sí revela la planificación lamentable y la imprevisión absoluta que arrastra desde el principio esta construcción imprescindible. El colofón en el que no queremos pensar sería un estreno a la extremeña: funcionando a la perfección solo el primer día. Visto lo visto, quién sabe. 

Ningún dirigente tuvo el coraje de explicar con claridad a la sociedad lo que en verdad venía ocurriendo. Ni tampoco la dignidad de responsabilizarse de los errores y asumir las consecuencias. No cabe considerar como una estrategia afortunada, para salvar la cara ante los incumplimientos, sembrar dudas sobre la seguridad de 25 kilómetros bajo tierra aferrándose a unas pruebas rutinarias programadas tarde y mal. Los asturianos se han ganado con su paciencia, como mínimo, el derecho a que nadie les siga contando milongas, ni intente otra vez tomarles por imbéciles. Ábrase la Variante cuanto antes porque, llegados después de mil vaivenes a este desenlace, lo que sí constituiría un despilfarro y debería empezar a acomplejarnos es cada minuto de más que transcurra sin usarla por flecos pendientes fáciles de resolver con una Administración diligente.