Los servicios públicos ante el tsunami del envejecimiento

Asturias puede liderar el despliegue de nuevas políticas para personas mayores con un enfoque integrador de los aspectos sanitarios, sociales y relacionales

envejecimiento

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Enrique González Fernández

Enrique González Fernández

El envejecimiento es ya un asunto ineludible en la agenda política, como también lo es de nuestro país y de la Unión Europea. Europa es la región más envejecida del mundo, con un 6 por ciento de la población con más de 80 años. Aunque hoy día a los 65 años habitualmente es poca la diferencia en calidad de vida con la de diez años menos, el porcentaje de personas que superan esa edad, junto con la esperanza media de vida al nacer, proyectan un constante crecimiento en la demanda de servicios para evitar que envejecer sea un compendio de carencias que impidan mantener una buena calidad de vida. En el año 2050, en la Unión Europea el porcentaje de población mayor de 65 años superará el 25 por ciento del total. En esa fecha, Asturias, Zamora, León y Ourense serán cuatro de las diez regiones más envejecidas.

El Índice de Envejecimiento (relación entre población mayor de 65 años y población menor de 15) es un indicador muy útil para valorar la situación demográfica. Este índice es de 133 para el conjunto de España. En Asturias es de 240, un 79 por ciento superior, el más alto del país. En nuestra región, el 27 por ciento de la población ya ha cumplido 65 años, el 13 por ciento es mayor de 75 años y hay un 8 por ciento de mayores de 80 años. En términos absolutos, estamos hablando de más de 135.600 personas mayores de 75 años, de las que más de 84.000 ya han superado los 80 años.

El acusado crecimiento del envejecimiento de la población supone un cambio cualitativo y cuantitativo muy importante en las necesidades asistenciales, no sólo sanitarias, también en los servicios de cuidados y de apoyo para la vida diaria. En el ámbito sanitario, la utilización de los servicios, tanto de atención primaria como hospitalaria, duplica la de las personas menores de 55 años, a los que hay que añadir el incremento en el consumo de medicamentos y otras prestaciones, como ortoprótesis y transporte sanitario. Las personas de edad avanzada realizan, además, una aportación privada al cuidado de su salud mediante el consumo de audífonos, prótesis dentales o lentes oculares.

Siendo importante el impacto en los servicios de salud, no lo es menos en el aspecto de la atención social. El veterano modelo residencial está caduco. Construir la alternativa no será sencillo ni barato, pero resulta imprescindible para hacer que las personas mayores tengan posibilidad de mantener una vida activa, en condiciones de salud y cuidados adaptadas a sus necesidades, y con las actividades diarias y sociales resueltas. No debemos olvidar que también crece exponencialmente el número de personas mayores que viven solas y cuyas necesidades son muy específicas.

Así, en el ámbito de la atención sanitaria, la actualización de la oferta tendrá que caminar por las siguientes líneas, muchas ya suficientemente contrastadas:

1. Impulsar un enfoque multidisciplinar de la atención a los procesos crónicos, incluidos los tumorales, mediante la gestión de procesos integrados.

2. Revisar la organización hospitalaria adecuando la distribución de pacientes en función de las necesidades de cuidados, dado el creciente número de pacientes con limitaciones.

3. Reducir el tiempo de hospitalización impulsando las unidades de hospitalización a domicilio coordinadas con los equipos de atención primaria (EAP).

4. Impulsar programas de atención al paciente institucionalizado, coordinando la atención hospitalaria con el seguimiento de las personas residentes en centros sociosanitarios.

5. Impulsar la telemedicina para el seguimiento de pacientes en su domicilio, incorporando elementos de monitorización de parámetros biológicos.

La atención sociosanitaria, por su parte, deberá caminar en intensa coordinación con el servicio de salud, con un enfoque basado en la persona y no en la tarea. En este sentido, habiéndose avanzado en los últimos años en la calidad de los servicios residenciales, adquiere singular importancia desplegar una oferta de servicios específica dirigida a las personas mayores que viven solas para lograr el máximo de permanencia en su hogar.

Las herramientas digitales permiten la provisión de servicios de soporte y actividades relacionales, además del contacto permanente con su referente sanitario, fundamentalmente con su enfermera comunitaria. En este apartado resulta imprescindible la participación de los ayuntamientos como administración más cercana, actuando siempre de modo cooperativo con el departamento de gobierno competente en servicios sociales.

Asturias puede liderar el despliegue de nuevas políticas pensadas para las personas mayores con un enfoque integrador de los aspectos sanitarios, sociales y relacionales. Sin embargo, a nadie se le escapa que esto no será posible sin una aportación adicional de financiación y de profesionales con los perfiles adecuados. Igualmente, la diversidad de servicios y necesidades obligarán a repensar las formas jurídicas de los organismos que dirijan las políticas de atención al envejecimiento, para ganar así en eficiencia y disponer de la flexibilidad suficiente para adaptar la oferta a las necesidades de cada momento.

Es, sin duda un momento crítico, doblar el Cabo de Hornos que representa este auténtico "tsunami demográfico" en el que nos estamos adentrando para iniciar un nuevo rumbo. Esta singladura será un asunto crucial en la agenda asturiana de los próximos años. Para ello, hará falta que cada marinero cumpla eficazmente con su función: no tengo ninguna duda de que así será.

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