"Pimpinela" electoral

Los choques entre PP y PSOE pesarán los próximos meses y el resto de partidos deberá hacer un esfuerzo para defender su espacio

Vicente Montes

Vicente Montes

Complicado lo tendrá el presidente asturiano, el socialista Adrián Barbón, para cumplir aquella proclamación que hizo de que gobernaría hasta las elecciones centrándose en la gestión y orillando los ruidos electorales. Estamos inmersos en ellos y cualquier acontecimiento se interpretará bajo esa óptica: un ejemplo, la demora en la apertura de la Variante de Pajares, con la relevancia que tiene, habría sido más digerible de no haber esa conjunción de fechas (promesa y elecciones) en mayo.

El escenario político tenderá a la polarización y al choque, principalmente entre socialistas y populares. Aunque el PSOE mantendrá una estrategia de no colocar en el mismo plano político a Barbón y al candidato popular, Diego Canga, no cabe duda de que los socialistas miran de reojo los movimientos del contrario. Si el PP ofrecía una rueda de prensa esta semana para mostrar el "top ten" de los ejemplos de mala gestión del Gobierno regional, el Presidente comparecía ayer para plantear los 25 objetivos para este año.

Se trata, más que nada, de contraponer mensajes. A los populares su rueda de prensa se les deslució por el enredo de las relaciones con Foro Asturias y, en el fondo, el listado se trataba de una recopilación de clásicos. Barbón ayer recompuso anteriores discursos para darles un toque de novedad, pero difícilmente entusiasma cuando el primer punto es la ya reiterada "guerra contra la burocracia", una batalla a la que Barbón arenga desde hace dos años pero sobre la que hay la sensación de que aún no se ha disparado un tiro, no digamos algún misil de calado, con las leyes clave aún paradas en la Junta General. Así las cosas, es probable que los próximos meses evocan a una prolongada canción de "Pimpinela".

El debate tenderá a ser un diálogo, un poco a la manera de aquellos geniales "diálogos para besugos" de Armando Matías Guiu, en los que uno empezaba con "buenos días" y el otro le respondía con "buenas tardes".

Así, el resto de los partidos tendrá que esmerarse para sacar cabeza. La situación en Podemos debería preocupar, más allá de esa formación, al conjunto de la izquierda, porque un desplome electoral de la marca, sumado a una desmovilización del electorado de izquierdas por los bandazos de Pedro Sánchez, podría penalizar al conjunto. Significativa es la entrevista que este periódico publica hoy con Nuria Rodríguez, diputada de Podemos: evidencia que en esa pelea interna ya hay cosas que se han roto.

También Vox tendrá que esmerarse: esta semana se conoció quién será la candidata autonómica, la concejala tinetense Carolina López. Aunque es cierto que la marca parece tener un electorado fiel, no deja de tratarse de un rostro nuevo. Sí se observa, hay una cuestión relevante: que el Occidente se va a convertir en la pieza deseada. Vox lleva desde hace mucho tiempo asentando allí su posición (al igual que en el Oriente), y la plataforma SOS Occidente va a movilizarse ampliamente. El PSOE querrá defender el territorio; el PP querrá recoger descontento. Foro también pescará en esas aguas aprovechando la figura del alcalde de Salas. Hasta Izquierda Unida ha centrado allí parte de sus estrategias de "escucha activa". Occidente y Gijón: esas son las claves, recuerden.

Izquierda Unida aguarda a ver qué ocurre en Podemos para buscar la manera de recoger frutos. Y a Ciudadanos muchos lo dan por amortizado, pero el mensaje de su portavoz, Susana Fernández, de que el partido concurrirá a las elecciones en Asturias, alivia un poco entre socialistas: es conocido que muchas naranjas acabarán en la cesta de la compra de los populares, pero quizás haya espacio para un diputado. Difícil.

En definitiva, es hora de echar los restos. Este año 2023 tiene dos citas electorales que, en el fondo, parecerán una sola desarrollada en dos tiempos. La posibilidad de un cambio de ciclo político, con una mayoría de la derecha en el ámbito nacional (por la suma del PP y Vox), está sobre la mesa. Y el PSOE tendrá que pelear antes en cada comunidad autónoma y en cada ayuntamiento, para salvaguardar la Moncloa. Desde la perspectiva nacional, será arduo, en parte por una cuestión estadística. Las elecciones de 2019 se celebraron con un PP en horas bajas, con su espectro de potenciales votantes disperso en Ciudadanos y Vox. Eso hizo que el poder territorial de los populares quedase muy diluido, permitiendo a los socialistas ser la lista más votada y gobernar en muchos ayuntamientos del país. La previsible práctica desaparición de la formación naranja permitirá a los populares, dado el actual clima demoscópico, recuperar peso político y hacer cambiar de signo un buen número de ayuntamientos en el conjunto de España. Será esa la forma de evaluar la batalla del 28 de mayo en términos nacionales: será en los concejos donde acabarán votando todos los españoles, no así en las comunidades autónomas, ya que no todas celebran elecciones.

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