El dolor de las víctimas

La aplicación de la norma más favorable para el reo

Carmen Martínez Fortún

Carmen Martínez Fortún

La más reciente, aunque seguro que no la última consecuencia de la perniciosa ley del sí es sí, ha sido que en Asturias se haya excarcelado a un violador reincidente y que los agresores sexuales en libertad sean ya 20, además de los 243 que habían visto rebajadas sus penas hace cuatro días.

En un instante de clarividencia, sinceridad, humildad, empatía o dolor de conciencia, la líder de Podemos en Aragón, Maru Díaz, mientras numerosas colegas de partido se dedicaban a jalear el escrache a Ayuso en la Complutense, ha tenido un momento de honradez, ha reconocido que la aplicación de la ley está siendo muy dolorosa para las víctimas y lo ha calificado de tragedia. Vano espejismo ese momentáneo abandono de la habitual soberbia institucional que es signo de identidad de su formación, pues rápidamente ha rectificado, insistiendo en la falacia de que el problema es la mala aplicación de la Ley por parte de los jueces, trola con la que, encabezadas por la delegada para la violencia de género que parece mentira que sea jueza, nos machacan a diario, a ver si así la convierten en verdad.

La habrán reñido o habrá pensado que fuera del rebaño hace mucho frío, además de que, antes o después de que ella se autocensurara, ya se había encargado Echenique –¡estos machitos de Podemos tan aficionados a tutelar a las mujeres del grupo!– de decir que se había tergiversado lo que todos hemos oído y que no había dicho lo que dicen que ha dicho.

Peor para ellos si son incapaces de mostrar dolor por el dolor de las víctimas. Ese es el esclarecedor retrato de su altura moral. Pues, mientan lo que mientan, es un principio básico del derecho penal la aplicación de la norma más favorable que implica que, cuando hay una colisión entre dos normas penales cuya vigencia temporal ha sido diferente, pudiéndose aplicar cualquiera de ellas al reo, debe aplicarse la que es más favorable para este. Su ignorancia, incompetencia y posterior y sostenida soberbia no es solo una prueba más del peligro que representan en las instituciones, sino un escándalo insoportable.

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