La economía campesina

La empresa familiar y la gestión del territorio rural

Óscar Luis Alonso Cienfuegos

Óscar Luis Alonso Cienfuegos

Lo genérica y a veces ambigua definición de rural nos hace meter en el mismo saco cuestiones muchas veces antagónicas, objeto de análisis supuestamente homogéneos, cuando más bien son susceptibles de heterogeneidad metodológica en su estudio, por su distinta naturaleza. Pero también debemos tener en cuenta que ciertos rasgos comunes son evidentes y sirven para tender puentes, permitiendo un estudio homogéneo, que también es aplicable a cuestiones propias, incluso de lo no rural, es decir, lo que para entendernos podemos definir, en lo referente a este artículo y a grandes trazos, como urbano e industrial.

La empresa familiar es un ejemplo de estructura y unidad económica aplicable a distintos ámbitos, y aunque estos últimos condicionan el enfoque a utilizar en algunos casos, el conjunto de características comunes de esta unidad económica en todos ellos la hace objeto de análisis genérico, permitiendo extrapolar conclusiones a entornos múltiples. Y en el ámbito rural ha tenido, históricamente, y tiene, actualmente, una preponderancia especial. La casería o cualquiera de sus versiones adaptadas a las distintas regiones o territorios, es decir la casa, con cuadra y/o edificios de labor agropecuarios, con su terreno generalmente colindante, debidamente gestionado y aprovechado, es la expresión de parte del capital físico, mueble e inmueble, de la unidad económica campesina en cualquier parte del mundo, llámese casería asturiana, cortijo andaluz o masía catalana, por poner tres ejemplos cercanos de tres latitudes distintas de nuestro país.

Es difícil, aunque nos parezca lo contrario, por la rapidez e inmediatez actuales, desplazar algo tan arraigado en la historia, en la cultura y en la economía de todos los territorios y aunque un análisis superficial puede hacernos pensar en la preponderancia actual de la cultura industrial en la forma de vida y de producción campesinas, un análisis más profundo nos puede hacer ver que no lo es tanto. Nadie niega la pujanza de los métodos y procesos industriales en la producción agroalimentaria y su clara incidencia en el éxodo rural, pero la gestión eficiente de los territorios no se puede hacer solo con economías de escala, por mucho que convenga aprovecharlas en numerosos casos, ni midiendo la eficiencia económica solamente en términos de rentabilidad financiera, aunque convenga tenerla en cuenta para analizar el rendimiento de cualquier inversión, o dividiendo la capacidad productiva simplemente en capital y fuerza de trabajo, otorgándoles un precio de mercado que favorece su transacción, además de la especulación, ya que afortunadamente la economía campesina es susceptible de incorporar, además, otros enfoques más acertados y ajustados a su naturaleza.

La esencia familiar de las pequeñas explotaciones agrícolas tiene unos rasgos característicos y diferenciadores que no son tenidos en cuenta por un análisis estrictamente mercantilista. Según sostenía el economista agrario ruso Aleksandr Vasílievich Chayánov, en su teoría de unidad económica campesina, la medición del rendimiento económico de la misma tiene un componente subjetivo, por lo que no se debe cuantificar, exclusivamente, por el salario que asigna el mercado laboral, sino por lo que se obtiene tras sustraer los gastos a los ingresos, que es la cuantía disponible para la economía familiar y que se valora no solamente de forma numérica, para aplicar un coste de oportunidad cuantitativo, sino considerando también las características y circunstancias que le afectan. Y esto es aplicable a cualquier tipo de economía de carácter familiar.

No consideraba aplicables a la economía agraria conceptos como capitalista u obrero, salario o beneficio, básicos tanto en el enfoque capitalista como en el marxista.

Debemos contextualizar la aportación de Chayanov en unas circunstancias totalmente distintas a las actuales, en la Rusia revolucionaria, a principios del siglo XX, por la que proponía una alternativa tanto al capitalismo como al marxismo, que entendía como un capitalismo de estado, siendo favorable a una economía centralizada pero basada en una integración cooperativa vertical para aprovechar las economías de escala, que permitiría que las explotaciones familiares no perdiesen su autonomía ni desvirtuasen su esencia. Fue enviado a un gulag a Siberia durante cinco años y finalmente condenado a pena de muerte y fusilado en 1937. La aportación de la escuela de la que fue cabeza visible se basaba en el rigor de datos estadísticos, con las técnicas y avances propios de la época, para llegar a conclusiones generales que permitiesen definir, con base científica, las características propias de la economía agraria y sus principios de funcionamiento, lo que le hizo alejarse de tendencias políticas o corrientes de pensamiento dominantes que eludiesen la evidencia propia del método científico.

Podemos hoy en día detectar importantes similitudes con ciertas circunstancias actuales, no menores, que afectan a la economía campesina actual, y podemos extrapolar, tras pasar el correspondiente filtro temporal y espacial, muchos de los principios que Chayanov y sus colegas caracterizaron hace un siglo, especialmente para corregir algunos errores que las teorías y corrientes dominantes aplicaron y aplican, a costa de desnaturalizar contextos socioeconómicos y culturales que solo han impulsado o multiplicado el éxodo rural, con las perniciosas consecuencias cada vez más evidentes en términos de sostenibilidad, tanto medioambiental como económica, que solo desfavorece y nos aleja, cada vez más, del ansiado y necesario equilibrio. Algunos puntos de similitud que siguen de actualidad y que son objeto de las críticas y demandas del propio sector primario, siendo temas prioritarios del debate actual, son los siguientes:

–Los gestores de la cornisa cantábrica defienden ante la Política Agraria Común el modelo de pequeñas explotaciones familiares, dominante en este territorio.

–La explotación familiar considera todas sus rentas, que pueden provenir de distintos sectores de actividad.

–No se determina el valor de la renta según circunstancias externas propias del mercado laboral, y sí se determina según el nivel de satisfacción conjunta del trabajador y su familia, lo que permite valorar los rendimientos obtenidos con criterios más amplios y sólidos, dando mayor responsabilidad y libertad en la toma de decisiones.

–La integración en un sistema capitalista de la explotación familiar no vulnera su funcionamiento interno, aunque sí puede verse afectada externamente por los canales comerciales y financieros para dar salida a su producción.

–La colectivización cooperativa es la evolución natural de la unidad económica campesina familiar.

–Se da el mismo estatus de "empresario" a un trabajador(a) que asume riesgos en primera persona, con un pequeño negocio, que a un gran empresario capitalista con niveles de inversión, financieros y de gestión que nada tienen que ver con ese pequeño negocio y evidentemente se deben regir por otras reglas de funcionamiento, ya que en el primero prima la aportación de la fuerza laboral y el capital humano, frente al capital financiero del segundo caso. El régimen jurídico y económico aplicable es el mismo, cuando su naturaleza lo desaconseja, lo que da lugar a desproporciones evidentes, especialmente al aplicar el rodillo burocrático actual.

Estas cuestiones totalmente relacionadas con la teoría de la unidad económica campesina forman parte del debate actual y son fundamentales para los actuales campesinos, ya que son la esencia de muchas de sus demandas. Son gestores de espacios que han creado ecosistemas de alto valor natural y cultural, además de generadores de riqueza y empleo en el desempeño de una tarea fundamental, como es, nada más y nada menos, que el abastecimiento de alimentos, que además ha sido ampliamente superado por su parte en aportación social y cultural y que por desgracia siguen sintiéndose solos e incomprendidos, cuando no marginados, por una parte importante de la sociedad que parece que se empeña en mirar para otro lado a pesar de los claros avisos que nos da la naturaleza al ignorar su modo de vida, pandemias incluidas.

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