Un asturiano en Londres

A 90 segundos del juicio final

El riesgo de un colapso nuclear

Julio Bruno

Julio Bruno

Estaba tomando un café en casa cuando oigo en la radio que nos quedan 90 segundos para la "medianoche", es decir, para el juicio final. 90 segundos. "No será para tanto", pensé.

El Boletín de Científicos Atómicos de Chicago ("Bulletin of the Atomic Scientists") crearon el Reloj del Juicio Final ("Doomsday Clock") en 1947 para alertar del peligro existencial al que se enfrentaba la humanidad debido a sus propias creaciones y errores. Estos científicos eran algunos de los que habían creado el famoso Proyecto Manhattan como Robert Oppenheimer y Eugene Rabinowitch y científicos de la universidad de Chicago; además de Albert Einstein que, aunque no directamente asociado con el Proyecto Manhattan, quería que los gobiernos y el público en general entendiera los riesgos asociados a las armas nucleares.

Esta metáfora un tanto angustiante nos explica que el Apocalipsis se produciría cuando el reloj marque la medianoche, y cada año en enero este grupo de científicos nos recuerda dónde está la manecilla de los minutos de tan temido reloj. Entre los riesgos globales que miden para calcular la hora están las armas de destrucción masiva, las nuevas tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial, las guerras, o el cambio climático. Nunca este reloj había estado a 90 segundos del Apocalipsis.

Cuando se creó en 1947 el reloj marcaba 7 minutos para la medianoche. Desde entonces el reloj se ha adelantado 17 veces por tan solo 8 veces que se ha retrasado. En 1991 el reloj se puso a 17 minutos de las doce, la vez que más lejano nos parecía el Armagedón. En cambio, este 24 de enero se ha puesto a 90 segundos, que es lo más próximo que hemos estado nunca al fin del mundo. Este adelanto se atribuye al riego de escalada nuclear derivada de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. En su comunicado oficial, los científicos explican:

"La guerra rusa en Ucrania ha planteado preguntas muy profundas sobre cómo interactúan los países, erosionando las normas de conducta internacional que sustentan las respuestas positivas a una variedad de riesgos globales. Y lo peor de todo, las amenazas apenas veladas de Rusia de usar armas nucleares le recuerdan al mundo que la escalada del conflicto, por accidente, intención o error de cálculo, es un riesgo terrible. La posibilidad de que el conflicto se les pueda escapar de las manos sigue siendo alta. Rusia además ha llevado esta guerra a las puertas de los reactores nucleares de Chernobyl y Zaporizhzhia, violando los protocolos internacionales y arriesgándose a la liberación generalizada de materiales radiactivos. Los esfuerzos de la Agencia Internacional de Energía Atómica para asegurar estas plantas hasta ahora han sido rechazados".

Con el café ya helado en mis manos me quedé pensando en lo que nos depara nuestro futuro cercano. Parece que la humanidad no aprende y seguimos enfrascados en guerras absurdas en busca de recursos, influencia, venganza y, sobre todo, poder. El problema es que son solo unos pocos los que deciden nuestro futuro y en la mayoría de los casos no piensan en el bien común, sino en su enriquecimiento personal y su afán de poder desmedido. La historia nos enseña que estos pequeños hombres –siempre son hombres– son la gran amenaza para el planeta. Para ellos el reloj siempre marca un segundo ante de la medianoche y por ello se quieren comer el mundo antes de que desaparezca. El gran problema es que todos nosotros somos el plato principal. Me voy a poner otro café…

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