Mercado político de invierno

Francisco García

Francisco García

Los partidos políticos, como los clubes de fútbol, deberían acudir con mayor frecuencia al mercado de invierno. Cuando los resultados no acompañan hay que cambiar de jugadores e incluso de estrategia. Si la defensa es un coladero, a buscar zagueros más contundentes. Si la medular adolece de talento, a recabar un diez en otras categorías. Si los atacantes no culminan cada jugada, merece la pena revolver Roma con Santiago, o con Bruselas, hasta encontrar un ariete que la rompa.

 Las crisis de Gobierno no son un escarnio sino una oportunidad, una ocasión pintiparada para dar un vuelco a las alineaciones, hacerlas más reconocibles y certeras. ¿Existe algún ciudadano de esta región que se conozca de memoria y carrerilla el once de Barbón? ¿Quién lleva la manija, quién evita los goles por la escuadra, quién hace la entrada dura para que el cuero llegue nítido al Presidente y pueda rematar con acierto la jugada o lanzar el balón a las nubes? ¿A qué juega el Ejecutivo asturiano? ¿Al modo de Guardiola o al de Mourinho? ¿A la ofensiva o a la contra?

El mercado invernal debería estar abierto también para el Gobierno de la nación. Si la ministra de Trabajo no acierta en la pizarra cómo frenar el desempleo, que vaya al banquillo. Si la de Economía es incapaz de regar los brotes verdes del pasto, que busquen otro jardinero. Que el titular de la cartera de Seguridad Social deja vacía la hucha de las pensiones, que lo jubilen.

En semejante escenario, los ciudadanos somos convidados de piedra desde el cemento de un espectáculo de masas mansas con entradas carísimas que financiamos con nuestros impuestos. Mientras, los dirigentes políticos, como los mandatarios de las grandes empresas futbolísticas, ponen en juego fortunas de las que no sienten obligados a rendir cuentas, pues disparan siempre con pólvora ajena. 

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