Opinión

Verdades y mentiras estadísticas

La limpieza de sesgos, confusores e interactores

La mejor forma de saber si una terapia funciona o no es contar, clasificar y comparar. Es una de las funciones de la estadística, una disciplina que tardó en penetrar en la práctica médica. Si lo hubiera hecho, se hubieran abandonado antes las sangrías como medio terapéutico. Se creía, ya desde Hipócrates, que en el cuerpo humano fluían cuatro humores cuyo equilibrio determinaba el estado de salud. Eran la sangre, la bilis negra, la bilis amarilla y la flema. Quizá la teoría se haya fundado en la observación la sangre cuando se dejaba en un vaso. Aparecían ante los ojos los cuatro elementos: al fondo un coágulo, nada menos que la bilis negra, origen de la tristeza, la melancolía (de "colo", bilis, y "melo", negro). Más arriba aparecía un fragmento rojo, la sangre propiamente dicha, los glóbulos rojos. Encima los leucocitos, blancos, la flema. Y coronando, un líquido amarillento, el plasma o bilis amarilla.

No sé si había entonces la costumbre extraer y examinar así la sangre del paciente y determinar el desequilibrio. El caso es que para reequilibrarla practicaban la sangría. Un método terapéutico que aún se emplea en contadas enfermedades, principalmente cuando hay exceso de hematíes. Ellos las hacían, observaban el resultado y si el paciente no mejoraba, la repetían. Los que curaban era por el éxito del tratamiento, los que morían por la incapacidad del organismo de entender, de responder adecuadamente.

La recogida sistemática de información clínica comenzó a finales del XIX. Unida a una mejor comprensión de la fisiopatología, llevó a abandonar las sangrías y otros métodos de reequilibrio de humores como las purgas o los procedimientos para hacer sudar. Era el inicio de la estadística que se estaba convirtiendo en una verdad, la única verdad.

De muchas maneras apareció el dicho, que Mark Twain convirtió en popular "hay tres clases de mentiras: mentiras, malditas mentiras y estadísticas". Evidentemente, no está diciendo "mentiras estadísticas" sino estadísticas tal cual. Porque es muy fácil distorsionar la realidad con las estadísticas. El esfuerzo más grande de la epidemiología es el de limpiar los números de corrupciones. Las llamamos sesgos, confusores e interactores.

Un sesgo puede deberse a que se elige la población que confirma aquello que se quiere demostrar, o se recoge la información favorable y se obvia la no favorable etcétera. Un confusor ocurre cuando la acción que atribuimos a una variable está en parte producida por otra. Por ejemplo, decimos que la mortalidad cardiovascular es más alta en varones, pero buena parte es porque fuman, o fumaban, más que las mujeres. Y una interacción se produce precisamente si el tabaco fuera más dañino en hombres.

Estadísticas y frases acuñadas, una que ha tenido mucho éxito es dieta mediterránea. Creo que se le debe atribuir a Ancel Keys. En 1952 viajaba con su esposa por Italia: comimos minestrone casera... pasta de todo tipo acompañada de salsa de tomate, algo de queso... pan en abundancia, pero sin mantequilla... muchos vegetales frescos, modestas cantidades de carne o pescado quizá dos veces por semana... y algo de vino tinto... de postre, siempre fruta... Estaban describiendo la dieta mediterránea. Así la nombró cuando descubrió que los pobres del sur de Italia tenían una mortalidad coronaria mucho menor que los ricos de Minnesota de donde él provenía. Se embarcó en un estudio llamado "Seven Countries" que iba a ser la piedra angular de esta teoría.

A la vez, con el bioquímico Anderson y el español Grande Covián al que reclutó cuando visitó España en esos años y comprobó que también aquí los ricos morían más que los pobres, estudió el efecto en el colesterol de la sangre de diferentes dietas. Fueron los primeros en demostrar que las grasas saturadas elevan el colesterol y las insaturadas lo rebajan. Eran los primeros años de la década de 1960 cuando la mortalidad coronaria arreciaba en ese país. En otro estudio famoso se había visto que el colesterol alto era un importante factor de riesgo de infarto. Se había descubierto el culpable del infarto, el colesterol y el del colesterol, las grasas saturadas.

Se inició una lucha sin cuartel contra el colesterol. La industria farmacéutica diseño medicamentos, al principio de baja utilidad, más tarde las potentes las estatinas. La mortalidad cardiovascular descendió espectacularmente. No sabemos cuánto contribuyó el control del colesterol, cuánto el de la hipertensión, del tabaquismo, de la obesidad, del sedentarismo y la diabetes. Y cuánto, la tecnología médica, cada vez más potente en el manejo de la aterosclerosis.

No he mencionado la dieta porque las cosas no están tan claras como nos gustaría. Esa idea de que hay un culpable principal, la grasa, es difícil de demostrar. Hoy se tiende a examinar la dieta como un todo, a caracterizarla. Sí que se encuentra que los que siguen con más rigor una alimentación como la que veía Keys en Nápoles tienen menos riesgo de muerte que los que se alimentan como sus compatriotas de Minnesota.

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