Un hombre de su tiempo y del nuestro

En el centenario del nacimiento del oftalmólogo Luis Fernández-Vega Diego

Luis Fernández-Vega

Luis Fernández-Vega

Hoy, 30 de enero, se cumplen 100 años del nacimiento de Luis Fernández-Vega Diego, referente de la tercera generación de la saga de oftalmólogos asturianos con proyección internacional. Su hijo, Luis Fernández-Vega Sanz, sintetiza en estas líneas el perfil personal y profesional del prestigioso médico. 

Tal día como hoy, 30 de enero, hace exactamente 100 años, vio la luz – esa luz también de los demás a la que dedicaría toda su vida– mi padre. Lo hizo en Oviedo, en la calle Santa Cruz, donde el suyo tenía su domicilio y consulta oftalmológica, tal como era costumbre en la época. Su llegada supuso la natural alegría del primer hijo de lo que luego sería una familia numerosa en la que la práctica médica estaría siempre muy presente.

Fue, según me han contado, un niño muy sociable que tenia por espacio de juego el Campo de San Francisco y que, a medida que pasaban los años, añadiría a esa condición la de una curiosidad casi sin limite por todo lo que le rodeaba y una capacidad de aprendizaje notable puesta a prueba en sus estudios de bachiller en el Colegio Hispania y, sobre todo, en la Facultad de Medicina San Carlos de Madrid, donde se graduaría, para a partir de ahí desarrollar una constante que guiaría toda su vida profesional: ir siempre un poco más lejos y ejercer cada día un poco mejor, lo que le obligaba a una formación continua y muy exigente.

Para ello, con el aliento de su padre y la experiencia de lo percibido en la consulta familiar, se trasladó primero al Moorfields Eye Hospital, de Londres, a finales de los años 40, pionero ya entonces en la disciplina oftalmológica, donde pasado el tiempo me formaría yo también, así como mis dos hijos y, más tarde, a Nueva York, donde disfrutaría del magisterio del eminente Dr. Castroviejo, del que pronto sería colaborador y entrañable amigo. Dos experiencias internacionales muy enriquecedoras fruto de su afán de mejora, de esa innovación hoy tan de moda, pero que en los años en los que las llevó a cabo eran muy inusuales en nuestro país.

Luis Fernández-Vega Diego y su hijo, Luis Fernández-Vega Sanz.

Luis Fernández-Vega Diego y su hijo, Luis Fernández-Vega Sanz. / Luisma Murias

Un espíritu que estuvo siempre presente en la clínica que, junto a su hermano Álvaro, pronto sería una referencia por supuesto en Asturias, pero enseguida también en España, y en la que fueron precursores, entre otros capítulos, en la cirugía refractiva y los trasplantes de córnea. Una clínica con un crecimiento sostenido de pacientes merced a la excelencia de sus prestaciones y en la que la dispensa en la dosis adecuada del "medicamento" de su creación, CICACOA, acrónimo de ciencia, cariño, comprensión y ánimo, puso de manifiesto su concepción integral y singularizada del paciente más allá de la patología o dolencia concreta de que estuviera este aquejado, y todo ello dentro de la mejor tradición medica española, en la que quizás el Dr. Gregorio Marañón haya sido el máximo exponente.

Atento siempre al tiempo que le tocó vivir, incorporó los avances tecnológicos que permitían mejores y más rápidos diagnósticos, así como la aplicación de las terapias o cirugías adecuadas en cada caso, sin perder de vista nunca la importancia de la intervención personal. Y fue esa filosofía –la de la atención integral al paciente dentro de su disciplina– la que le empujó, junto a los demás oftalmólogos de la familia, a proyectar los primeros pasos de lo que hoy es nuestro Instituto, que posibilita disponer de reputados especialistas en cualquier patología ocular, y significó una clara inflexión en la tendencia previa, de carácter mas generalista. Y eso supuso, en alguna medida, relativizar una frase que le era muy grata por la ironía que contiene: "Hemos pasado en muy poco tiempo de saber algo de todo, a mucho de casi nada".

Creo que no exagero si afirmo que se trató de una persona extraordinaria en cada faceta de su vida

Estoy seguro de que, con su inteligencia y visión, hoy no sólo se habría adaptado a los nuevos tiempos, sino que sería abanderado de los mismos. Por supuesto, estaría muy orgulloso de la evolución de nuestro Instituto, que llegó a conocer en sus tres fases, y de que por segundo año consecutivo haya sido considerado la entidad oftalmológica privada con mejor reputación de España. Y le produciría asimismo una especial satisfacción constatar el excelente desempeño médico familiar, al ver como sus nietos, que forman parte de la quinta generación, sus sobrinos y yo mismo trabajamos en armonía.

Y es que de su excepcional personalidad es imposible disociar el carácter familiar que le acompañó y que procuró ejercer siempre con la mayor dedicación, apoyado en todo momento por su mujer, Teresa, con quien compartió su vida y la educación mía y de Mayte, mi hermana, núcleo duro al que se sumarían en su momento nuestros respectivos cónyuges, Vicky y Felipe, así como sus dos nietos, Luis y Andrés.

Una vida familiar inspirada en la tradición forjada en la "Casa de Ceceda" que sirvió, y sirve, de aglutinante de generaciones y en la que siempre disfrutó, como no se cansaba de repetir, de sus mejores momentos, tanto si los presidía el bullicio de los más jóvenes como si se recogía en el tonel de sidra, que a guisa de despacho se había construido, y que suponía para quien lo visitaba toda una experiencia.

Con su hermano Álvaro, casado con Conchi, hermana de mi madre, formó el tándem casi perfecto en todos los órdenes, asentando un espíritu familiar y profesional transmitido a la siguiente generación, y que comparten también las otras ramas familiares de sus hermanos, Elena y Manolo, que, aunque residen en Madrid, tienen a Ceceda como lugar de referencia muy especial.

Luis Fernández-Vega Diego fue una persona vital, optimista, muy activa y trabajadora, y con una acusada capacidad de liderazgo. Generoso en extremo, son muchas las personas y entidades que pueden dar fe de ello. En su profesión por supuesto, dedicando una parte significativa de su tiempo a atender a quien carecía de medios para acceder a una oftalmología de calidad, pero también lo que entonces no eran más que casi embriones de lo que hoy conocemos como ONG, fueron beneficiarias de esa actitud en la que el compromiso social siempre estuvo presente.

Me gustaría destacar que mi padre quería mucho a Oviedo y a Asturias, y en su momento se le reconoció con sendas medallas, entre otras innumerables distinciones que recibió. Tenía con la gente un trato muy especial. Siempre estaba cómodo con ella con independencia de su condición, siempre escuchaba y procuraba prestar toda la ayuda que estaba a su alcance llegado el caso. Leal y entregado a sus amigos, con él todo era más fácil y procuraba en cada ocasión limar asperezas y buscar puntos de encuentro.

Imbuido de la filosofía de lo que hoy podríamos llamar reformismo conservador, le preocuparía mucho la crispación que ahora parece presidir la vida política y social en España, y cómo no, el declive en distintos órdenes de nuestra Comunidad. Estoy seguro que pondría su mayor empeño en afianzar las mayores dosis de la mejor convivencia y el impulso a una actividad económica generadora del mayor bienestar.

Creo que no exagero si afirmo que se trató de una persona extraordinaria en cada una de las facetas de su vida y de esta en su conjunto. Como familia estamos profundamente orgullosos de su legado, de su huella y de su ejemplo, y de que sea por ello un espejo en el que mirarnos todos los días para, como a él le gustaba, esforzarnos en ir siempre un poco más lejos, como personas, como profesionales y como ciudadanos responsables.

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