Acoso a los ilustres

El escrache a Ayuso en la Universidad Complutense

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Pocos conocerían la existencia de una categoría de "alumnos ilustres" si no se hubiese producido la algarada que algunos alumnos a secas le montaron días atrás a Isabel Díaz Ayuso en cierta Universidad de Madrid. Siempre se aprende algo: incluso de la falta de civismo.

Ilustre equivale a célebre en una de las acepciones de la Academia: y celebrities es precisamente la denominación que se da a los famosos en el mundo anglosajón. Fácilmente se deduce que la fama, sin más, ha de ser la causa de que se adjetive como ilustres a los estudiantes que la alcanzan tras salir de las aulas.

Las grandes universidades del mundo suelen presumir de los Nobel que estudiaron en sus aulas. Aquí, más modestamente, se tiende a conceder esa distinción a quienes destacan en la política, el deporte, la tele, las redes sociales o cualquier otro ramo que proporcione notoriedad. La fama es lo que importa.

La Complutense de la que tanto se habla estos días a propósito de Ayuso no solo tiene alumnos ilustres, sino también alumnos "de honor". Entre estos últimos figura como ilustrísimo ejemplo "Su Majestad doña Letizia Ortiz Rocasolano" –sic– que recibió hace un par de años tal distinción. No se sabe si por presentadora, por influencer, por reina de España o por todo ello a la vez.

Parece lógico que el alma mater de los estudiantes que después obtienen fama y/o prestigio se enorgullezca de ellos y les otorgue las pertinentes honras. Es una forma que la Universidad tiene de premiarse a sí misma. Ningún motivo hay para reprocharle esa pequeña jactancia a rectores y decanos.

Cierto es que la costumbre –tan española– de premiar a los políticos podría suponer algún problema, sobre todo si están en ejercicio. Tal es el caso de Díaz Ayuso, presidenta del reino autónomo de Madrid a la que sus antagonistas sometieron a escrache durante el acto del otro día en la Complutense.

Mal precedente este último. Los tumultos no parecen propios del ambiente universitario, como en cierta famosa ocasión recordó Miguel de Unamuno tras ser acosado a gritos en Salamanca por un grupo de exaltados falangistas.

No siempre ocurre así, por supuesto. Tuvo más suerte, un suponer, la ministra de Igualdad, Irene Montero, premiada en 2019 como famosa alumna de la Universidad Autónoma madrileña. El acto de entrega se desarrolló con el sosiego que es de esperar en estos eventos: y a nadie se le ocurrió interrumpir la ceremonia ni el cóctel.

Tampoco son del todo raros ni aun nuevos los alborotos. Aparte del conocido caso de Unamuno, resultó igualmente abrupta allá por el año 1980 la investidura como doctores honoris causa de los escritores Camilo José Cela y Álvaro Cunqueiro.

La severidad académica fue alterada entonces en el paraninfo de Santiago por un grupo de estudiantes que arrojaron huevos y soltaron gallinas en el recinto. Protestaban, al parecer, contra el rector y no contra los homenajeados; pero lo cierto es que los damnificados fueron ellos.

No se había inventado aún en esa época la reciente técnica del escrache importada de Argentina, que tanto nos está emponzoñando la convivencia. A este paso no tardaremos en crear la nueva categoría de Ilustres Acosados. Unos más que otros, por supuesto.

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