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Pere Casan

La melodía

El alma de la música

Si el ritmo es la base temporal de la música, su aspecto cuántico, la melodía es su esencia, su espíritu, su alma. Me abstengo de llamar al ritmo ciencia y a la melodía arte, ya que ambas tienen una base numérica. La de la melodía fue introducida por Hipócrates (460-370aC) y sus seguidores, en función de las doce divisiones de la frecuencia de vibración de una octava, a partir de las sucesivas multiplicaciones por la raíz cuadrada de dos. Esta sonoridad, que se hace agradable a los sentidos por la relación que existe entre los armónicos, es la base de la teoría numérica de la música. Este sistema es el más habitual para la afinación musical en el mundo occidental y constituye lo elemental de la enseñanza de este maravilloso lenguaje.

Melodía es inspiración. Melodía es amor, pasión, dolor, sufrimiento. Es nacimiento y muerte. Es evocación de imágenes, afloración de sentimientos, expresión de los sentidos en un conjunto de sonidos que se mezclan de una forma determinada. En una escala denominada "mayor" para expresar alegría y en una "menor" para la tristeza, aunque la percepción de estas emociones es absolutamente subjetiva. Una composición ideal para apreciar estas diferencias puede verse en el famoso "Romance anónimo" (menor, mayor, menor), aparentemente fácil de interpretar y que Narciso Yepes (1927-1997) incorporó a su repertorio con gran éxito popular. El gran músico Johann Sebastian Bach (1685-1750) se expresó en todas las tonalidades posibles para componer sus preludios y fugas, haciendo gala de su amplio conocimiento musical y matemático. El número 14, propuesto por diferentes autores como expresión de la felicidad, es la suma de los ordinales de las cuatro letras de su apellido (2+1+3+8).

La melodía es el argumento de la narración, es el esqueleto de nuestras acciones, aquello que hacemos y que recordamos. La canción que interpreta la madre en la cuna o el padre en el surco, para que el niño duerma o aprenda. La melodía puede ser ascendente, como la juventud (veamos el ejemplo de la fanfarria inicial de "Asi habló Zaratustra" de Richard Strauss - 1864-1949), o pasar de un sonido agudo a uno grave, como ocurre en "L’amour est un oiseau rebelle" de la ópera "Carmen" de Georges Bizet (1838-1875). La melodía puede describir el transcurso de un río como si fuese la vida, tal como se detalla en "El Moldava" de Bedrich Smetana (1824-1884) o adentrarnos en una tormenta de verano, como ocurre en "Las cuatro estaciones" de Antonio Vivaldi (1678-1741). Cada melodía tiene su inicio, su cadencia, sus pausas y su finalización, como ocurre con todos nosotros. Existe un sinfín de melodías como existen millones de personas. Todas con algo similar, aunque todas diferentes.

La melodía, en el libro "La vida es dura" de Kieran Setiya, profesor de Filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (Paidós, Barcelona, 2022), es un guión formado por el tránsito del ser humano a través de la realidad de la injusticia, el fracaso, la enfermedad, el duelo, la soledad y la esperanza. La filosofía, entendida como el instrumento que nos ayuda a encontrar las llaves perdidas, cerca del lugar donde se extraviaron y no a la luz de la farola, nos proporciona los acordes necesarios para interpretar estas melodías. Según el autor, "ser feliz no es equivalente a vivir bien" y nuestra aspiración no debería centrarse en lo primero, sino en vivir lo mejor posible. Nuestra labor necesita dirigirse a saber afrontar las adversidades y vivir en el mundo real, tal como es y no tal como desearíamos que fuese. También nos recuerda que para vivir bien deberíamos alejarnos del narcisismo imperante y no aislarnos de los demás. Vivimos en sociedad y la justicia es lo que debería unir el ritmo con la melodía de nuestras canciones. Es la misma melodía que encuentro en otros filósofos más cercanos, pero de la misma generación. "Males companyies", de Marina Garcés (Galàxia Gutenberg, Barcelona, 2022) revisa, también en clave musical, su tránsito por la verdad y por la libertad, dos aspectos que ella denomina una "impertinencia necesaria". Tal como comenta la joven autora barcelonesa, las malas compañías no se escogen, pero podemos decidir si las seguimos o las dejamos a un lado. Ella dispone participar de los mejores consejos, aunque vengan de opiniones diferentes o de remotos parajes.

Cada momento tiene su mejor melodía. Hector Berlioz (1803-1869), estrenó su oratorio, "La infancia de Cristo", Opus 25, en 1854 en París. La obra tuvo un éxito extraordinario ya en su primera representación y expresa de una manera sencilla el transcurrir de las primeras semanas de la vida del Niño. Una de sus páginas más sensibles es el "Adiós de los pastores", ante la inminente huida a Egipto propiciada por el decreto de Herodes. (Él se va lejos del lugar donde en el establo vio la luz ¡De su padre y su madre recibe Él constante amor! ¡Que crezca y se desarrolle, siendo, a su vez, un buen padre!). En la composición, son los gentiles (ismaelitas), quienes ayudan a la Sagrada Familia en los apuros del largo viaje. Que esta melodía acompañe el nuestro, a lo largo del transcurrir complejo del 2023.

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