Bajada de pantalones en Marruecos

Francisco García

Francisco García

Evidencias existían, numerosas, de la incapacidad de Pedro Sánchez para llevar este país a puerto seguro en medio de cualquier tormenta, sea galerna o simple aguacero. En política interna, el desastre cuenta con ejemplos innumerables: las alianzas contra natura por el mero afán de apego a la poltrona; las sorprendentes modificaciones del código penal por intereses partidistas; el impresentable gatillazo de la polémica ley del “solo sí es sí”; la injerencia permanente en el poder judicial para imponer a jueces de su cuerda….

De puertas a dentro, el descontrol es frecuente. Esta semana se acaba de confirmar que el ridículo alcanza también a las relaciones internacionales. Sánchez se lleva una delegación a Marruecos para una cumbre rimbombante y el sátrapa que gobierna con mano dura ese país no se molesta siquiera en recibirle. Prefiere seguir de vacaciones en Gabón a experimentar el excelso placer de ver al presidente de España arrodillarse.

Las relaciones con el reino alauí han sido tradicionalmente tensas y difíciles, basadas en un permanente toma y daca sobre el alambre. El actual gobierno las ha contaminado con decisiones irreflexivas como acoger a un líder polisario enfermo de covid bajo identidad falsa para engañar a los marroquíes. Aquel detalle humanitario provocó una crisis que ha permitido al vecino del norte de África coger la sartén por el mango, con pinchazo telefónico al Presidente como detalle más escandaloso. Ahora somos promarroquíes y antiargelinos en el conflicto del Sáhara por arte de birlibirloque.

A partir de ahí todo han sido cesiones, sometimientos y renuncias y la pérdida de influencia en una región del planeta donde empresas españolas mantienen importantes intereses. Sánchez ha conseguido, de una tacada, el desprecio de Argelia y el ninguneo de Marruecos.

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