Competitividad

Principales problemas de España

El declive económico nacional

Urbano Rubio Arconada

Urbano Rubio Arconada

La lista es bien larga, pero si tuviese que especificar los cuatro principales problemas que padece España, me decantaría por los siguientes: la abultada deuda y la aminorada competitividad que lastra nuestra economía, las enormes dicotomías, que hace irracional nuestra convivencia, la mala enseñanza que hace que no se crezca ni como individuo ni como sociedad, y las diferencias entre iguales que hace que haya españoles de primera, segunda y tercera.

En tan sólo un par de décadas, la deuda de España ha pasado de cuatrocientos mil millones de euros a un descubierto acumulado por todas las administraciones y entes que pueden contraer deuda pública de dos billones de euros, con consecuencias profundamente antisociales. En el último informe del Foro de Davos, se vislumbra un estadio de "crisis perpetua" para los países muy endeudados, y en la lista está España como un país sometido por su endeudado exterior. Esto quiere decir, que los tiempos futuros serán crueles con los ciudadanos que tendrán que soportar altos tipos impositivos e inflaciones estructurales como arrastre de los desfases económicos, lo que añadirá plomo al despegue de la competitividad.

Y ¿quién tiene la culpa de este desbarajuste contable? En primer lugar, las políticas que renuncian a la estabilidad presupuestaria bajando impuestos, y, en segundo lugar, los ciudadanos irresponsables del "el que venga detrás, que arree". La competitividad es el vector diferencial de los países.

Irlanda un país con la misma riqueza que España hace tres décadas, nos triplica en PIB per cápita, después de haber aplicado políticas sin injerencias burocráticas y permitiendo dinámicas de mercado liberal.

La España de los setenta del siglo pasado, estaba en la posición ocho de los países más industrializados. Hoy mantenemos esa posición en el mundo, pero en paro juvenil. La juventud va a ser la más perjudicada sino es capaz de incorporarse a los retos de las nuevas tecnologías a base de la mejora continua. Los foros internacionales especializados lo han recalcado diáfanamente: "los que no evolucionen tecnológicamente serán los chimpancés del futuro".

Actualmente nuestro país es líder en la mayoría de malos indicadores, como el índice de miseria o el de decrecimiento demográfico, pero también en dicotomías, lo que pone soberanamente en riesgo la buena y civilizada convivencia. La polarización y el enfrentamiento está en todos los terrenos: mujeres contra hombres, los provida frente a los favorables a la pena de muerte al nasciturus, patriotas ante los que renuncian a su país, los "calentólogos" contra los escépticos climáticos, los que trabajan y los opuestos a hacerlo, los que pagan impuestos y quienes reciben subsidios… Además, éste es un país de sublime insensatez: hay manifestaciones en contra de escuchar el feto humano, mientras no se sale por la suelta de violadores, las leyes tienen distinta "intensidad" dependiendo del género u orientación política, los "escrachados" financian a sus acosadores, ilegales con orden de expulsión viven de okupas "tan ricamente", falta agua y se destruyen embalses, falta energía y se vuelan térmicas…

Que la enseñanza cada vez está más devaluada es una obviedad irrefutable. A pesar que la información disponible es hoy infinitamente mayor, la transmisión de los valores, contenidos y fundamentos son muy escasos. Así es que no hace falta aprobar ni para pasar de curso ni para optar a una beca: un despropósito en unos momentos en los que los requisitos deberían estar en lo más alto. La enseñanza es mala y obsoleta, necesita cambios radicales adaptados al presente y al futuro de la empleabilidad, con profesores experimentados y con vocación, y no "mercenarios de la enseñanza". En fin, luchadores.

La "piel de toro" está absolutamente agrietada. La división del territorio en diecisiete gobernanzas ha hecho que la igualdad entre españoles sea uno de los mitos que peor se sostiene cuando se les confronta con la realidad. Diferentes niveles de financiación, distinta dotación de infraestructuras, desigual calidad de los servicios públicos, diferentes leyes y diferentes interpretaciones de las normas… La desigualdad es especialmente evidente con respecto a las comunidades "privilegiadas". Cataluña, que disfruta de financiaciones privilegiadas, acumula una deuda con los españoles de noventa mil millones de euros. El régimen foral, por el que Vascongadas y Navarra están exentos de contribuir a la bolsa común, reciben por encima de lo que recaudan, pero, además, disfrutan de las mayores inversiones estatales, lo que refleja el trato clamorosamente desigual. Pero las desigualdades existen también entre las comunidades de régimen común. Un par de ejemplos: la fiscalidad en Asturias es mucho más gravosa que la de Madrid; el tren de alta velocidad a la capital de Andalucía circula desde hace treinta años, mientras a la capital del Principado no tiene fecha. Pero los números no lo son todo. La desafección de territorios con la unidad nacional se extiende, lo que es un grave problema para la solidaridad y la identidad, llevando al Reino a su desguace desigualitario y hostil que condiciona el porvenir de los españoles.

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