Análisis

Menos imposturas ferroviarias, si son ustedes tan amables

Estación de Feve

Estación de Feve / A. Velasco

Javier Morán

Javier Morán

En la refriega de que la Feve carezca de túneles por los que quepan los trenes del futuro (porque ni los convoyes están ya construidos, ni el problema es el inverso), ha ido a meter el hacha, a la vez que gritan en comandita "¡cabezas, cabezas!", el singular trío formado por la ministra Raquel Sánchez Jiménez, más el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla Roiz, y el presidente de aquí, Adrián Barbón Rodríguez. Claro, el espectáculo ha causado carcajadas por todo España, pero visto aquí y con detalle el trío de marras nos ha proporcionado una cumbre de la desmesura, una cima de la impostura y el sumun de la hipocresía sobre raíles.

Pues si por esta peripecia poco afortunada se reclaman cráneos propiciatorios y expiatorios, ¿qué no se habría de pedir por el hecho de que la Feve haya ido cayéndose a pedazos durante los últimos 20 años sin que nadie de aquí o de la capital reclamara trozos humanos ni se turbara intensamente por lo acontecido? Previamente digamos que existe hoy un plan inversor no pequeño. Lo celebraremos cuando los trenes rueden debidamente, pero no antes. Mientras tanto, las obras Gijón-Laviana corren con retraso y la suspensión del tráfico del Berrón hacia abajo durante los trabajos no es precisamente puñalada de pícaro, como no lo es que los autobuses sustitutivos empleen el doble de tiempo en el trayecto. Esto sí que es decapitar a los viajeros uno por uno.

Pero vayamos al meollo: ¿alguien se ha puesto grave y trágico durante las últimas dos décadas por el hecho de que la Feve no esté electrificada por completo, ni que los túneles no hayan sido reformados durante décadas, ni que la herrumbre de los coches se vaya comiendo el material móvil, ni que los argayos y deformaciones de las vías no sean atacados con prontitud?

¿Alguna autoridad ha reconocido que la Feve ha sido, y sigue siendo (salvo urgentísimo plan global de choque), asesinada a cámara lenta, como cuando en la película "El puente de Casandra" echaban el tren por un puente podrido para que acabara yaciendo en un río? Pues bien, en Asturias, la Casandra (personaje de la mitología griega dotada de clarividencia, pero a la vez de pasividad) se reparte entre quienes presenciamos la agonía de Feve y los que practican la quietud política.

¿Alguna autoridad ha reconocido que la Feve sigue siendo asesinada en cámara lenta, salvo urgentísimo plan global de choque?

El otro día viajé de Oviedo a Nava y a ratos el tren avanzaba a unos 30 kilómetros por hora, de manera que nos acompasábamos a la lenta mirada panorámica de las vacas. Volví en una unidad diésel procedente de aquellos lugares no remotos del oriente que carecen de catenaria y corriente.

Pero lo de 30 kilómetros por hora fue una velocidad bestial si la comparamos con los diez por hora que adoptaban los convoyes en numerosos viajes que he realizado hacia el Occidente, a Ribadeo. Todo esto, y mucho más, es lo que clama al cielo, y no los clamores del trío de la soprano ministerial y de los dos tenores.

Casandra también es símbolo mitológico del enmarañamiento, de la confusión, y a eso se ha dedicado el trío durante el fin de semana, como si al rasgarse las vestiduras pensaran que el público es tonto y se turba de modo bobalicón con unas pocas lágrimas de cocodrilo.

¡Qué cinismo tan trágico! a la vista de la penuria ferrocarrilera de Asturias, pues la misma lenta marcha de la Variante, como ayer recordaba el compañero Ramón Díaz, sería suficiente para que esta ministra se avergonzase por la marcha de las obras desde 2018 hasta el presente. Las anteriores demoras del PP (2012-18) y del zapaterato (2004-2011) caen sobre los hombros de otros actores ya desaparecidos. Pero ahora que ya han caído dos cabezas, una del Adif y otra de la Renfe (titular ahora de la Feve, o ancho métrico), la confusión ya ha sido sembrada del todo. Si les vale de consuelo a estos cesantes, la bellaquería no es de ellos, sino de quienes alentaron y ejecutaron el sacrificio.

Pero al referirnos al trío como una unidad trinitaria estamos confundiendo un poco, al modo de Casandra. Del campechano y espontáneo presidente cántabro nada diremos, pues de sobra son conocidos los perniciosos efectos del viento sur en dicha región.

Respecto a la ministra, y por desgracia, este suceso nos confirma lo que sospechábamos: escasa capacidad. La primera alarma sonó cuando de partida calificó de fascista, o de ultraderecha, o así, la huelga del transporte de 2022. Haber derechones, los habría, pero meter a todos los huelguistas en el mismo saco fue una temeridad. La segunda alarma se escuchó tras la desastrosa inauguración del "AVE de Extremadura", un ful de Estambul de primera categoría que se prolongó durante semanas con retrasos y demás desgracias. Y la tercera sirena nos tocó de cerca, al permitir que su departamento evacuase las fechas de abril o mayo de 2023 para la apertura de la Variante.

Se ve que esta señora controla poco en su ministerio, al contrario de aquel Cascos que los tenía a todos temblando, aunque después en la intimidad practicasen vudú y pincharan con agujas un muñeco de trapo con el careto del ministro. Pero ¿qué protege a la ministra? Salvo opinión mejor fundada, su condición de catalana (claro, los apellidos Sánchez y Jiménez lo delatan), y en consecuencia de garante para que dinero y obras fluyan en el Condado de Barcelona y provincias adyacentes, según los mandatos de Narciso, el de la Moncloa.

Por último, nuestro presidente del Principado precisa de un análisis sobre retórica y oratoria mucho más calmado. Solo recordaremos aquí en proverbio alemán que dice: "No arrojes piedras a tu vecino si vives en una casa con techo de cristal". Es decir, que durante este mandato, el presidente ha edificado no pocos módulos de su gobernación con cubiertas muy frágiles, de modo que una impostura retórica excesiva como la de su sed de cabezas puede acabar en búmeran de vuelta ante la mirada de los asturianos. Ya saben, "bumerán, bumerán", que era lo que no cantaba El Puma. En tal caso, las imposturas se convierten en imposturitas.

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