La extraña pareja del Gobierno

Las continuas guerras entre el PSOE y Podemos

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Conviven como una pareja mal avenida los socialdemócratas y la izquierda pata negra, años después de contraer nupcias en el Gobierno de España. Un día disienten sobre el apoyo a Ucrania, otro sobre las leyes trans y al tercero sobre las que pretenden meter en vereda a los violadores (con resultados algo paradójicos).

Nada hay de qué extrañarse, si se tiene en cuenta que la política y el matrimonio hacen extraños compañeros de cama. No digamos ya las alianzas matrimoniales entre partidos.

Más raro parece que ni siquiera se pongan de acuerdo sobre los ricos, a los que Unidas Podemos ataca con saña mientras el PSOE prefiere tratarlos con la cautela del que lleva la contabilidad dentro de la pareja. Estos días, un suponer, los socios minoritarios la han tomado con Juan Roig, el de Mercadona, dejando en paz hasta nuevo aviso a Amancio Ortega, el de Zara, que parece ser su bestia negra.

Se trata de una cuestión de concepto que ya hizo notar en su día el llorado líder de la socialdemocracia europea, Olof Palme. "Vamos a acabar con los ricos", dicen que le dijo a Palme el portugués Otelo Saraiva de Carvalho a modo de resumen de su programa tras el 25 de abril. "Pues lo que nosotros queremos es acabar con los pobres", matizó Palme, renunciando a hacerse el sueco. Si la anécdota no fuese cierta, estaría en todo caso bien inventada.

Efectivamente, la socialdemocracia no tiene especiales problemas con los ricos y, al menos en su programa, aspira a acabar con la pobreza. Lo ideal sería terminar con los pobres convirtiéndolos en gente acaudalada; aunque, más modestamente, los socialdemócratas se han limitado a intentar la mejora de su situación por vía de impuestos. No se puede decir que el método haya funcionado del todo mal en los países nórdicos y, por lo general, en Europa.

Los partidos situados a su izquierda, en cambio, guardan una visible –y audible– inquina a la gente que gana dinero a paladas, esté o no en la lista Forbes. La parte más orillada de los que militan a babor quiere que el capital pague sus pecados de origen por medio de fuertes impuestos a los grandes y no tan grandes empresarios. O por la vía de la expropiación, si las circunstancias lo permitiesen.

Pocos podrán estar en contra de ese benéfico propósito de reparto, salvo tal vez los millonarios afectados, que tampoco son tantos. Cuestión distinta es cómo alcanzar ese objetivo en un mundo donde no hay fronteras para el dinero, suponiendo que alguna vez las hubiese. Si un particular busca cualquier legítima desgravación en su declaración a Hacienda, no ha de extrañar que las empresas hagan lo propio a gran escala. Y medios legales no les faltan.

La socialdemocracia, que tiende más bien a lo práctico, se conforma con cargar de impuestos a las clases con nómina: ya sean bajas, medias o medio/altas, dado que los millonarios de verdad no se dejan. O se dejan poco. Quizá por eso el tristemente desaparecido Palme prefería acabar con los pobres mediante una política que los convirtiese en burgueses o, al menos, en gente de buen pasar. En Unidas Podemos tiran más bien a acabar con los ricos, propósito que choca con la socialdemocracia del PSOE y, mayormente, con la realidad. Aún habrá quién se pregunte por qué esta extraña pareja se pasa el día discutiendo.

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