Asturias ya se prepara para sacar provecho de la presunta llegada del AVE al Principado. La pasada semana este periódico publicaba que la atracción de los "nómadas digitales" es uno de los objetivos prioritarios de los municipios que se verán beneficiados por la alta velocidad. Ejecutivos de todo el país, y de todo el mundo, podrán cumplir el sueño de trabajar en el paraíso, lejos de las sedes de sus empresas ubicados en los infiernos urbanos.
Hemos sabido que el oscense Javier Oliván, número dos de Mark Zuckerberg en Meta, empresa propietaria de Facebook, Whatsapp e Instagram, ha decidido trabajar desde España. No es moco de pavo. Oliván gana casi un millón de euros al año, bonus y complementos aparte. No soñemos. Aunque aún no ha revelado donde se instalará, dudo mucho que se vaya a instalar en el Principado, ya que viene para estar cerca de su familia, mayormente establecida en Huesca natal, donde por cierto sí llega el AVE.
El ejecutivo se ha acogido a la nueva figura de "nómada digital", establecida por la llamada "ley de start-ups", que entró en vigor el pasado 1 de enero. La ley proporciona ventajas fiscales nada despreciables así como un visado especial de hasta cinco años para directivos, empleados y familiares que se establezcan en nuestro país.
Según publicó el "Wall Street Journal", y ha recogido aquí el digital "La Información", parte de los ejecutivos de Meta, entre ellos el mismísimo Zuckerberg, ya practican el nomadismo digital en lugares remotos, alejados de Menlo Park (California), donde la empresa tiene su sede central.
Hace muchos años, don Crescencio Llera, maestro de la escuela de La Granja (San Martín del Rey Aurelio), nos dejó claro que los seres humanos, desde el origen de los tiempos, nos dividimos entre sedentarios, como nosotros mismos, y nómadas, como los esquimales y los beduinos. Y que estos últimos se caracterizaban por ir de un sitio para otro sin parar, en busca de fuentes de alimentos o condiciones climáticas favorables para la supervivencia. Vamos, lo que siempre hemos conocido como emigrantes. Si es por alimentación, Asturias sería un muy buen lugar para los nómadas; en cuanto al clima, va en gustos, depende si a los nómadas de turno les gusta la lluvia y los veranos templados.
Uno, que ha vivido en cinco ciudades diferentes y se ha mudado en quince ocasiones, se siente un poco nómada por razones parecidas a las de los beduinos. Don Crescencio se empeñaba en que o se es nómada o se es sedentario, sin término medio posible, siguiendo las estrictas directrices de la educación de entonces, pero lo cierto es que hay matices. En ese mundo globalizado, todos somos un poco nómadas y, a la vez, sedentarios. No en vano el sedentarismo es uno de los males de nuestra época.
Tras la pandemia, no son pocos los trabajadores que han descubierto las ventajas del teletrabajo –desde casa, los sedentarios; o desde donde les apetezca, los nómadas– y se resisten a volver a sus oficinas. Se han desatado serios conflictos laborales. Elon Musk ha tenido que dar un puñetazo en la mesa para que sus empleados de Twitter volvieran a la presencialidad. Los periodistas del "New York Times" incluso fueron a huelga el pasado diciembre, entre otras cosas, exigiendo flexibilidad en el teletrabajo. Aquí, los trabajadores de "El País" se han resistido mayoritariamente a la orden de la empresa de volver a la redacción el pasado día 31 de enero.
En España, a diferencia de por ejemplo Estados Unidos, siempre nos hemos resistido a la movilidad laboral. Un traslado se interpretaba como un castigo. Que tu empresa te destinara, pongamos por caso a Castellón, era como un destierro. Hoy, con las nuevas comunicaciones –salvo Asturias y unos pocos sitios más–, las cosas han cambiado. Todo está cerca.
Así que se ha desatado la caza del nómada digital. Hasta el presidente Barbón ha hecho un ofrecimiento de mejores condiciones a los médicos de toda España maltratados en sus comunidades. Los médicos asturianos, dada su situación, deben de pensar que ojalá les llamaran a ellos de otros sitios.
Qué duda cabe del atractivo de Asturias. Pero no podemos soñar con la llegada de AVEs repletos de ejecutivos de Silicon Valley y de médicos explotados por Ayuso. No basta solo con proclamas triunfalistas y el orgullo de vivir en el paraíso. Primero habrá que conseguir objetivos tan básicos como que el paro no esté muy por encima de la media de España o que los trenes quepan en los túneles. Y, por supuesto, que llegue el AVE de una vez por todas.