Identidad propia

La lectura de "Diarios y cuadernos 1941-1995", una selección de textos de la norteamericana Patricia Highsmith

Jorge García Monsalve

Jorge García Monsalve

Para alguien como yo, lector compulsivo de literatura biográfica y mitómano confeso, está resultando todo un acontecimiento la lectura de la monumental obra "Diarios y cuadernos 1941-1995", una selección de textos y anotaciones personales de la escritora norteamericana Patricia Highsmith, llevada a cabo por su editora Anna Von Planta. Confieso que soy un rendido admirador de la misógina autora tejana que, junto a Joan Didion y Silvia Plath, constituyen la Santísima Trinidad de las escritoras norteamericanas de la segunda mitad del pasado siglo; y lo soy desde que, en los ya lejanos tiempos de mi bachillerato, descubrí las andanzas y el talento del amoral Tom Ripley, uno de los personajes más fascinantes de la literatura universal. Por ello, a pesar de que el diario personal ha sido considerado tradicionalmente como un género literario menor, llegando incluso a negarse su inclusión en el sistema literario (Hans Rudolf Picard, "El diario como género entre lo íntimo y lo público", 1981), obras como ésta o los recientemente publicados diarios de Rafael Chirbes han elevado la diarística al lugar que sin duda le corresponde en la primera división de los géneros literarios. Ciertamente, una obra que abarca una cronología tan amplia y que se inicia cuando la autora cuenta con apenas veinte años de edad, adolece, como no podía ser de otro modo, de una cierta irregularidad tanto en el fondo como en la forma. Sin embargo, estos diarios, que cubren un periodo temporal de más de medio siglo, nos van desvelando los anhelos y cuitas de una mujer enormemente compleja, desde sus escarceos juveniles con el comunismo y el pacifismo y las dudas sobre su identidad sexual hasta sus últimos días como una ermitaña en su casa de Suiza, donde da rienda suelta a su misoginia y a su furibundo antisemitismo. De la lectura de esas más de mil páginas vamos descubriendo sus continuos problemas económicos (es una compradora compulsiva), su promiscuidad sexual (llega a simultanear hasta tres amantes al mismo tiempo), sus ambivalentes y, a menudo, contradictorias opiniones políticas, su ingente consumo de alcohol, e, incluso, el fastidio que le ocasiona su menstruación. Pero, cotilleos y chismorreos aparte, este texto nos muestra el incondicional amor de la autora por la literatura, la pintura y la música, así como su enorme capacidad de trabajo, describiendo un proceso creativo que ella misma define como "hercúleo". Pero, sin duda, lo que más llama la atención es su enorme inteligencia, su lucidez a la hora de juzgar a los demás, de forma implacable y, por momentos, cruel, hasta el punto de llegar a elaborar tablas y listados donde clasificaba y comparaba a sus amantes. Se trata, en suma, de un texto escrito sin concesiones y que debería ser de obligada lectura para los amantes de la verdadera literatura.

Alguien dijo que la vida no son más que esporádicos fogonazos de felicidad, la suma de pequeños momentos de placer. Prueben éste: el saxo de John Coltrane interpretando "Naima", de fondo; dos dedos del mejor escocés de malta (yo sugeriría un Talisker 10), al alcance de la mano y la lectura de las andanzas de mi admirada Pat por el Village neoyorquino, en interminables veladas de alcohol y sexo. Pruébenlo…, les aseguro que no se arrepentirán.

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