Opinión | Solo será un minuto

Tecleo, pero no te leo

Los conocimientos más valiosos siempre van acompañados de un reconocimiento. Está muy bien haber digerido (no solo engullido) muchos libros de variado pelaje, muchas películas de distintas entrañas, mucha música de profundos surcos, mucho arte sin fronteras mentales. Eso está claro. Es la mejor forma de evitar que ahora te venga cualquier cantamañanas e intente convencerte de que sus obras son originales y esenciales para el devenir de la Humanidad, o que una legión de opinadores virtuales se traguen mediocridad a paladas mirando con desdén lo que se creó en generaciones anteriores. No es interesante lo que pueda opinar alguien que no tiene capacidad para comparar, encontrar influencias, detectar imitaciones, distinguir entre lo manido y lo rompedor. Dicho lo cual, lo importante no es haber visto la filmografía completa de John Ford o todas las novelas de Mendoza en plan coleccionismo intelectual, sino haberse reconocido en sus obras. Reconocerse es una vía abierta al aprendizaje continuo porque la obra de arte (fallida en ocasiones, la perfección es enemiga de lo bueno, como dicen en el cine) interpela directamente a quien se adentra en ella para crecer y multiplicarse, y si esa comunicación no deja huella es que has perdido el tiempo, algo que sucede con agotadora frecuencia en redes sociales, grupos de mensajería y demás engranajes inventados para que la sociedad cambie el pensamiento por el tecleo, pero no te leo. En ese afán reduccionista, la palabra descubrimiento personal tiene poco futuro porque es más fácil seguir los gustos que impone el gremio de los influencers, los chas/corrillos que alimentan el trending topic. No hay reconocimiento posible dentro de ese tornado de likes, tuits, emojis y tiktakatakas embrollados, ventoleras que cortan las comunicaciones.

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