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Francisco García

La RAE aplica el VAR

La Real Academia Española de la Lengua, esa señora distinguida y elegante a la que visten y desvisten señores venerables y dilectos, nos tiene sometidos a un sin vivir, tal que los que nos dedicamos a la escritura no sabemos a qué atenernos. En mi caso, émulo de Santa Teresa, fuera de mí vivo, pues si se le retira el acento a “sólo”, uno no acertará a discernir la diferencia entre practicar sexo solo o solo practicar sexo.

Hace una década, la pugna entre lexicógrafos y gramáticos en la RAE ocasionó la retirada de la tilde al adverbio “sólo”, pero no solo al adverbio; también a los pronombres demostrativos “éste”, “ése” y “aquél” y sus respectivos femeninos y plurales. Servidor, defensor acérrimo de la norma estricta y el clasicismo, decidió pasarse la recomendación por el arco del triunfo, como certifican decenas de artículos. No es lo mismo estar solo que sólo estar.

Diez años después de semejante dislate que sólo contentó a los iletrados y al algoritmo de Google, cuyo objetivo oculto es la universalización de la tontuna, la señora que se ocupa de limpiar, fijar y dar esplendor al idioma decide envainársela con la destreza de Alatriste. Pero lo hace como los hermanos Marx en el episodio de la parte contratante: se mantiene la opción de tildar -o no- esas palabras “cuando haya riesgo de ambigüedad, a juicio del que escribe”. O sea, que los académicos trasvasan la responsabilidad de la decisión al escribiente y que cada cual se les apañe. O sea, amigo lector, que ponga el acento usted donde la plazca y si acierta, con un poco de suerte le podrían otorgar el sillón hache mayúscula de la Academia.

Rectificar es de sabios equivocados. La RAE ha introducido la moviola en una de sus decisiones más controvertidas y ha hecho revisar algunas tildes en el VAR. Así que lo que parecía penalti se quedó en fuera de juego.

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