La alianza entre las universidades de Oviedo, México y Monterrey puede tenerlo todo bueno, pero no el nombre. En Asturias no puede haber un campus Mexastur sin que recuerde al maizal junto al prau de la fiesta. Hace falta una denominación menos diurética. No es fácil dar con un nombre bueno, pero sí detectar uno malo. El cambio de denominación no es cosa menor si remite a aguas menores. En Asturias "mexar" es "mear", pero "México" no es "Meico" y eso es un problema.
Se entiende que por dimensiones y cortesía no puede ser Astur-Mex, que evoca Tex-Mex, una denominación inventada por la revista "Time" que define una cultura y una manera de comer transfronteriza. Astur Mex sugiere quesadilla de morcilla, fabada con chile guajillo que haga de la digestión un mechero, pero no lleva a la referencia urinaria de Mexastur. Piénselo: Cátedra de la sidra de Mexastur degradaría el título recordando el segundo escanciado del zumo de la manzana.
Por la regla de Mexastur no se podría llegar a un acuerdo con la universidad de Chicago. Chicastur sonaría sexista. Chiastur parecería una alianza sinoasturiana pero cualquiera de las dos sería mejor que saltar a la sílaba final y llamarla Asturcago o Anocago, ambas escatológicas como Mexastur.
Sí, podemos alegar que se lea Mejastur, pero decir que uno va "a estudiar al Mejastur" también tiene algo de bivalvo del Eo, de escuela de masuela, y remite a pis de alguna forma.
Nombrar no es algo al alcance de cualquiera. El más conocido nombrador en España es el poeta ovetense Fernando Beltrán que crea bellísimas marcas y evita horribles ambigüedades en los nombres. La mejor propuesta sin romper nada, sin llamar al nombrador y poeta y sin empezar de cero, es la doble denominación, como la de la Atlántica OTAN/NATO que aquí sería una trasatlántica Mexastur para allá y Asturmex para acá, pero ese nombre ya existe para una empresa de puertas, lo que cierra la posibilidad.
En todo caso, en la universidad hay talento suficiente: mejor le dan una vuelta.