¿De qué hablamos?

Los partidos ya nos introducen en una campaña que se prevé larga y con cambios de ritmo

Óscar R. Buznego

Óscar R. Buznego

Cuando aún no se ha publicado la convocatoria de las elecciones, los partidos nos van introduciendo en una campaña electoral que se presume larga, con cambios de ritmo, y convendría pensar de qué vamos a hablar en los próximos meses. Los calmantes suministrados por el Gobierno no han conseguido reducir la incertidumbre que transmiten los indicadores económicos. El problema catalán ha sido aparcado, pero no resuelto, y el vasco, siempre latente, está a la espera de que llegue el momento oportuno en que sea obligado abordarlo. La democracia, en su conjunto, ha sufrido un deterioro notable y nada sugiere que esté iniciando el proceso de su regeneración. Los políticos no dejan de alimentar los escándalos que aparecen bien destacados por los titulares de la prensa.

Los últimos meses han sido pródigos en polémicas, conflictos y ejemplos de mala gestión pública. Esta semana tres asuntos han concitado una atención preferente de la opinión pública: la crisis interna del Gobierno, más que la modificación de la ley del "sólo sí es sí", apodo que recuerda mucho a su contrario "no es no", pronunciado por Pedro Sánchez en una hora crítica de la política española reciente; las revelaciones sobre la actuación del ya exdiputado Fuentes Curbelo, y de soslayo, dada la complejidad del caso, el traslado de la sede social de Ferrovial fuera de España anunciado por la empresa, que tomará la decisión en una reunión prevista para el 13 de abril.

El acuerdo de coalición firmado por el PSOE y UnidasPodemos ha sido incumplido de manera flagrante por ambos y ya no rige sus relaciones en el Ejecutivo. La presentación de la iniciativa legislativa para imponer la paridad en diversos ámbitos, la intervención de las respectivas portavoces en el pleno del Congreso, la imagen de la soledad de Belarra y Montero en el banco azul, la foto exclusiva de los ministros socialistas en la puerta del hemiciclo permite calibrar el grado de división que afecta al Gobierno. Pero, ¿qué tipo de crisis es esta? Resulta inverosímil o, de otro modo, es inaceptable que la cuestión del consentimiento constituya un impedimento definitivo para el acuerdo entre dos socios que se están jugando en común su futuro en la próxima legislatura. Tenga origen en una diferencia ideológica o responda a una táctica electoralista, lo cierto es que los dos partidos continúan en el Gobierno por separado, en una situación insólita, y juegan con la crisis, ocultando su verdadera trama y haciendo gala de paso de una penosa falta de responsabilidad.

A propósito del episodio de corrupción que está más de actualidad, el portavoz socialista inventó otra frase para la historia, "¿y qué más da?", en respuesta a un periodista que quería saber qué diputados habían cenado con el protagonista del affaire. La presidenta del Congreso negó en primera instancia el permiso para acceder al despacho del diputado. El PP se apresuró a reclamar apoyos para la apertura de una comisión parlamentaria y el PSOE no tardó en amenazar con una ampliación de los trabajos de la comisión formada para esclarecer el tenebroso "caso Kitchen". Visto el rendimiento de las comisiones de investigación en España, de nula eficacia y convertidas en armas arrojadizas, no debería crearse ninguna antes de modificar el marco jurídico que las regula, empezando por los reglamentos de las dos Cámaras. No obstante, es aún más necesario un cambio de actitud de los partidos hacia la corrupción, tanto la propia como la ajena.

La sociedad española muestra síntomas de sentirse algo petrificada. De asombro, gracias al espectáculo que se le ofrece cada día en el escenario político, y por la polarización a la que ha sido inducida por los discursos y las pautas de conducta que concurren en la esfera pública. A los ojos de los españoles no se distingue la incapacidad política de las malas intenciones. No debe sorprender por ello que a pesar de los numerosos sobresaltos de la accidentada legislatura que termina y de la mueca de disconformidad de los ciudadanos, que se adivina en las encuestas y en la calle, sin embargo los realineamientos electorales se limiten al reparto del voto de Ciudadanos y a pequeñas transferencias de voto, que se producen casi únicamente dentro del mismo bloque. Si en la particular disputa entre el PSOE y el PP las tornas han cambiado, es porque el segundo se beneficia de la disolución de Ciudadanos y una franja numerosa de los votantes socialistas se han retirado temporalmente a meditar. La quietud de este panorama animará a Pedro Sánchez y a Unidas Podemos a seguir disfrutando del juego, ora en el Gobierno, ora en campaña electoral. Pero quién sabe si, lo mismo que el cambio climático provoca fuertes turbulencias en los aviones, después de la calma llegará la tempestad sin avisar.

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