Una ley con género de duda

Francisco García

Francisco García

La igualdad se le ha ido a Pedro Sánchez de las manos, de tal manera que para reconducir el desaguisado podemista de la ley del “sólo sí es sí” (así, con acento, porque a uno le sale de la RAE, sin ambigüedades) ha tenido que recurrir al voto del PP para frenar de una vez que agresores sexuales se beneficien de rebajas de penas por la cabezonería incompetente de un Ministerio dirigido por una adolescente ideológica, radical y sectaria que tiene como escudera a una número dos escatológica y maleducada, de vocabulario procaz y actitud frívola.

Utilizando el lenguaje que emplea la muchachada kitsch de Podemos, podría decirse que Sánchez se ha abierto de piernas en el Congreso, con luz y taquígrafos, ante la derecha contumaz y troglodita. Un triunfo, sin duda, del malévolo heteropatriarcado, mientras setecientos delincuentes celebran con champán y a la salud de Irene Montero y de Pam la reducción sorprendente e inesperada de sus condenas. Mantenerla y no enmendarla para acabar de enmierdarla.

Quién iba a decir que con la de roces graves que ha habido en los últimos meses entre los socios de gobierno -la ayuda bélica a Ucrania o las medidas para hacer frente a la guerra de precios- iba a ser una ley disparatada la que dinamitara los últimos puentes de la coalición, que apenas se tienen en pie en el estertor de una legislatura de tierra quemada.

La división de socialistas y morados durante la escenificación del 8-M en la calle pone de manifiesto que el PSOE ha perdido su preminencia como paladín del feminismo al modo clásico y que llega -de hecho está aquí ya- otro tipo de feminismo más radical y con un nuevo lenguaje que maneja abundante clientela. Hay lío en la coalición de gobierno, con género de dudas.

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