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Jorge J. Fernández Sangrador

No es un invento

Algunas puntualizaciones al presidente del Círculo Cultural de Valdediós

Yo no me he inventado la religión que me jacto de profesar. En mi caso, como diría san Paciano, "cristiano es mi nombre y católico mi apellido". Pertenezco a una gran familia, la de la Iglesia, que cree en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y no la cambio por ninguna otra.

Me guío por la luz que irradia la Biblia, de la que he aprendido que todo cuanto existe es obra de ese mismo y único Dios, porque es también Creador. Y lo creo porque es la Iglesia la que me dice que me fíe. Y así lo hago, ya que es mi Madre. Además, esta convicción no me la guardo para mí, sino que, en cuanto se me presenta la ocasión, la proclamo abiertamente.

Sigo una religión que no ha sido inventada por los hombres, sino revelada por Dios. Y se ve que cada año son más los que piensan de esa manera, pues, según el último "Annuarium Statisticum Ecclesiae", el número de bautizados en la Iglesia Católica se ha elevado a 1.378 millones respecto a los 1.360 millones del recuento anterior. Así que los que promueven las apostasías de la fe católica tienen que andarse un poquito más listos porque la cosa no les está saliendo bien.

Los judíos y los musulmanes también se rigen por los mandatos revelados por Dios y tratan de observarlos con una fidelidad que es admirable. Pero se ve que no piensa así el presidente del Círculo cultural de Valdediós, quien se ha expresado recientemente, a título particular, en estos términos:

"Sabernos mortales es quizás el mayor drama del ser humano. Contra ese descubrimiento, por haber mordido la manzana en la mitología judía, hemos inventado las religiones mientras luchamos contra ella con la ciencia y nos refugiamos en el arte para experimentar la eternidad".

Poco fino para con los sentimientos religiosos, por lo del invento, y, en especial, por lo de "mitología judía", para con el pueblo hebreo, que vive de y para la torá, a la que pertenece el libro bíblico del Génesis. Sus Escrituras son sagradas también para los cristianos. "Antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley", dice Jesucristo en el Evangelio.

Es llamativo, por otra parte, el hecho de que el Círculo cultural de Valdediós luzca en el frontis de su página web el adjetivo calificativo "laico". Es decir, disfruta de los espacios monásticos de la Iglesia, pero desea dejar bien claro que está distanciado de la institución que lo acoge. O sea, que nos ha salido laicista. ¿O es porque con la vitola "laico" resulta más fácil conseguir ayudas?

Hay que añadir a lo anterior la extravagante circunstancia de que el arzobispado se haya enterado por el periódico de que "puede darse casi por descontado que no aparecerá una congregación" para Valdediós. Lo ha anunciado el presidente del Círculo. Y que, por ello, habría que crear allí un museo sobre el prerrománico. A esto último se ha apuntado también una vicerrectora de la Universidad de Oviedo.

Y no digo yo que no haya de hacerse eso, pero me pregunto ¿a qué santo salen el presidente del Círculo y una vicerrectora de la Universidad a decir en el periódico lo que se debe hacer o no en una casa que no es la suya? ¿es porque el Círculo organiza seis actos en otras tantas tardes del año en el monasterio? ¿otorga esa poquedad algún derecho a la cotitularidad del bien? ¡Ay, el afán de notoriedad!

El relato, literario o digital, sobre el conjunto monástico de Valdediós no van a escribirlo ni el Círculo laico, ni la Universidad, sino la Iglesia, que lo ha erigido, mantenido y acrecentado, con la ayuda de innumerables colaboradores, a lo largo de los siglos, para que sea un lugar de adoración a Dios, no inventado, sino manifestado en Cristo, y de la lectura de la Palabra de Dios, que no es un compendio de mitología judía.

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