Los oídos sordos

Historias de nietos

Los oídos sordos

Los oídos sordos / Ilustración: Pablo García

Francisco García Pérez

Francisco García Pérez

Una serie plataformera está, según dicen, cosechando grande éxito: a un servidor le duró tres capítulos y con bostezante esfuerzo generoso sofacero. Se titula "The White Lotus" y lo protagonizan un grupo de millonetis (y el correspondiente personal del servicio) que entretienen su vacuidad y su memez en un resort ultrapijo. Uno de los tipos −un hostiable jovenzano recién casado, que vive del cuento parental− es un ejemplo clamoroso del egoísmo hodierno: no escucha al otro así le aspen. El mastuerzo está obsesionado a tiempo completo con lo suyo: que mamaíta pagó una suite más cara aún de la de superlujo que les asignaron. Un neuras de libro. No habla de otra cosa. Su mujer entra en la habitación: acaba de tener un mal encuentro con dos muchachas que se burlaron de su inferior clase social económica. Mientras él comprueba el correo, ella le pregunta: "¿Recuerdas a las chicas del barco, las jovencitas? Acaban de hacerme sentir... Muy rara". ¿Interés, acuse de recibo oral? Nadie escucha: "Amor", le contesta. Ella parece concebir cierta esperanza de diálogo: "¿Qué?". Pero el tontaina contesta: "El recepcionista mintió. Es eso o simplemente es estúpido. Pedimos la suite con piscina y la pagamos. Mi mamá me envió la reserva". Nadie escucha. Por eso he empezado por escuchar a los más creadores de lenguaje, a los niños, ejemplificados en mis nietos, a petición del público lector, pues tiempo ha que no salían aquí.

Llega del colegio uno de ellos: 10 añitos. Se apoya pensativo en la pared, permanece abstraído mirando al suelo, menea la cabeza y susurra: "La ambición te hace trizas". ¡Ah, los sentimientos de decepción, ah los sinsabores!

Camina al cole uno de mis nietos con su papá. Pregunta: "Cuando vaya a secundaria, ¿tendré tiempo libre? Porque ya estoy al final del primer trimestre de quinto". El padre tira de lógica: "Te queda mucho curso de quinto y todo sexto antes de secundaria, ya hablaremos entonces". Pero repregunta el guaje, inquieto: "Ya, pero cuando vaya a sexto, ¿consideraréis mis preocupaciones de secundaria?". Ahí queda eso.

Y ojo con las reflexiones infantiles, de un calado que mete miedo. Uno de mis nietos, de vuelta a casa en autobús, se muestra tan callado que su mamá se preocupa. Es que está reflexionando, aclara. Y he aquí su preocupación: "Mamá: a los sordos, cómo les suena la vocecita que tenemos dentro de la cabeza?". ¿Qué responde un adulto a semejante hallazgo?

Uno de mis nietos (9 años) vuelve al dentista a revisión. De natural curioso (el chaval) adjetiva muy bien al preguntar temeroso ante tanto instrumental médico que ve en las bandejas al efecto: "¿Vas a tener que usar hoy la máquina infernal?" El galeno responde y se juega la baza de colegui: "No, hombre, no. Hoy no tengo que usar la máquina infernal, como tú la llamas. ‘La máquina infernal’. ¿De dónde sacas esa expresión? ¿De los pokemon?". Nunca lo hubiera dicho, pues el muchacho respondió muy serio y consciente del momento: "No, de mis experiencias". Chúpate esa mandarina.

Entra uno de ellos cabizbajo en la habitación de sus papás. Pide permiso para interrumpir las ocupaciones ajenas y formula una pregunta seguida de una reflexión vital justa, necesaria y de no poco caldo: "¿Y si el día de mañana no encuentro pareja, ni encuentro trabajo? Es muy difícil la vida, no creáis".

Escucho a uno de mis nietos, que está con un videojuego, como corresponde al 2023. Mata marcianitos o como se llamen ahora y busca un equivalente rotundo a los clásicos del oeste americano tipo "dale duro", "acaba con él", etc. Pero innova y rompe con la frase esperada. Con cara de Lee Marvin, exclama: "¡Venga, dispárale a bocarrajo!". O me los nombran portavoces del Gobierno, Parlamentos o Parlamentinos, o sus vais a enterá.

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