Crimen contra la humanidad

La importancia de documentar la agresión a Ucrania para que pueda ser juzgada

Crimen contra la humanidad

Crimen contra la humanidad

Pere Casan Clarà

Pere Casan Clarà

Leópolis es el nombre de una ciudad ucraniana situada en la parte oeste del país, a poca distancia de la frontera con Polonia. A lo largo del tiempo ha sido reconocida como Lvov, Lwów, Lemberg o Lviv, según pasara a depender de Rusia, Polonia, Austria y Alemania o Ucrania. Se trata de un núcleo cultural, educativo y turístico de primer nivel y cuyo centro histórico fue declarado patrimonio mundial por la Unesco en 1998. Entre 1914 y 1944 cambió ocho veces de dependencia política entre países distintos y actualmente es una zona en guerra, que sufre las consecuencias de los bombardeos y la destrucción, una vez más. Esta ciudad es el punto de inicio de una narración histórica, que cobra nuevamente actualidad a la luz de los acontecimientos de la invasión rusa de Ucrania.

Philippe Sands (1960) es abogado, profesor de Derecho Internacional en el University College de Londres y autor de un texto que merece una relectura muy atenta: "Calle Este-Oeste", Anagrama, Barcelona, 2017. En realidad es el primer título de una trilogía que describe una serie de acontecimientos de nuestro pasado reciente y que, desgraciadamente, mantienen un presente muy activo. Leópolis es el lugar común de los protagonistas del texto de Sands. Por un lado, Hans Frank (1900-1946), militar y abogado del partido nazi y asesor personal de Hitler, condenado y ejecutado en Núremberg. Por otro, los abogados Hersch Lauterpacht (1897-1960), catedrático de Derecho Internacional y protagonista destacado en el juicio celebrado en la ciudad bávara, y Raphael Lemkin (1900-1959), fiscal ayudante y promotor de la idea de "genocidio" en el mencionado juicio. Fue gracias al enorme esfuerzo personal de ambos y particularmente del segundo, que se lograron aportar innumerables pruebas de la larga serie de barbaridades perpetradas por el nazismo. Dos conceptos emergieron de Núremberg, que ocupan un lugar propio en el derecho internacional. El de "crimen contra la humanidad", si existe un ataque generalizado o sistemático contra una población civil, aplicando una política de Estado, y el de "genocidio", cuando existe, además, una clara intención de destruir al grupo.

Es importante recordar que no deberíamos perder ninguna prueba de los hechos criminales de la invasión rusa en Ucrania, para que puedan ser posteriormente juzgados, como ocurriera en el año 1945 en Núremberg. A día de hoy, resulta ya evidente que se han recogido numerosos testimonios de la existencia del primer delito, que merecerá la actuación de la Justicia con toda su fuerza. A modo de ejemplo y según un artículo publicado por Elisabeth Mahase, periodista científica inglesa (BMJ 2023; 380: p451) http://dx.doi.org/10.1136/bmj.p451, desde que se inició la invasión rusa se han realizado más de 700 ataques a hospitales u otras infraestructuras sanitarias (farmacias, centros de donación de sangre, ambulancias), con torturas realizadas al personal médico y de enfermería. En algunas zonas, los ataques eran repetidos, a pesar de estar claramente señalizados, lo que pone en evidencia la intencionalidad. Posteriormente a ser ocupados, los hospitales eran utilizados como escudos o como cuartel general. También, como ejemplo personal, sirvan las notas tomadas en directo en Irpín por el escritor ucraniano Volodimir Koskin, quien ha documentado numerosos ataques contra la población civil.

Olvidar es fácil. Algunos hechos parecidos ya fueron denunciados en Siria y no han merecido mayor atención. Debemos presionar para que los organismos responsables (Corte Penal Internacional, con sede en La Haya) no dejen estos delitos en el olvido y reúnan todas las pruebas posibles. España es un lugar de acogida. Más de 170.000 ucranianos, de entre los más de ocho millones de desplazados fuera de su país, residen actualmente entre nosotros y pueden disponer de información útil. En este periodo se han trasladado a Ucrania numerosos voluntarios (periodistas, sanitarios, colaboradores), que han podido observar algunos de estos crímenes en directo. Todos los detalles pueden ser de utilidad, como se encargó de poner en evidencia con gran dedicación personal Raphael Lemkin, para transportar documentos y fotografías desde Europa hacia EE UU. La diversidad de agresiones que ha sufrido y sufre Ucrania en estos últimos años debe ser documentada para que pueda ser oportuna y debidamente juzgada. A mayor abundamiento, en Leópolis se reunieron recientemente un gran número de fiscales generales de varios países para concretar sobre estos puntos.

Mientras aguardamos el juicio pongamos nuestra atención en las notas de dos canciones populares ucranianas. La primera titulada "Oi u luzi chervona kalyna" ("Oh, el viburno rojo en el prado"), con letra del poeta Stepan Charnestky (1881-1944), en recuerdo de los Fusileros de Sich (Primera Guerra Mundial) y que se ha revitalizado ahora, en plena ocupación rusa, con ánimo patriótico. La segunda, "Misyats na nebi" ("Una noche de luna"), de clara inclinación romántica, canta el amor y la separación, con el cielo y la luna de testigos. Pidamos al escucharlas que todos los ucranianos puedan regresar muy pronto y libremente a su país.

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