Ángel Ricardo también fue vencedor

Fue el único informador gráfico que, venciendo las dificultades invernales, subió a Vega de Urriellu para lograr una fantástica exclusiva

Ángel Ricardo también fue vencedor

Ángel Ricardo también fue vencedor / Melchor Fernández Díaz

Melchor Fernández

Melchor Fernández

En la primera conquista invernal de la cara Oeste del Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes hubo, además del éxito montañero que firmaron César Pérez de Tudela, Pedro Antonio Ortega, José Ángel Lucas y Miguel Ángel García Gallego, un triunfador periodístico, que se llamó Ángel Ricardo. Hay que utilizar ese verbo en pasado porque ya no está entre nosotros, pues acaba de abandonarnos. Estas líneas quisieran ser un homenaje a quien fue un espléndido fotógrafo en todos los aspectos y en particular, como informador gráfico y también una bella persona.

Aquel intento de ascensión había despertado una expectación inédita en toda España. A la curiosidad por lo que podía ser una hazaña deportiva se había añadido el morbo por unos accidentes que se habían producido en el Picu en intentos anteriores: la muerte de Berrio y Ortiz en 1969 y el rescate de Lastra y Arrabal en 1970, tras el que se produjo el fallecimiento del segundo. Al Naranjo llegaron a bautizarlo los sensacionalistas como "La Montaña Asesina". Los programas nocturnos de la radio, con el de José María García a la cabeza, se volcaron en la cobertura de aquel nuevo intento invernal. Y los medios escritos –los asturianos, desde luego, pero los grandes diarios nacionales, también– no les fueron a la zaga. Entre los enviados especiales que se desplazaron a Cabrales, al lado de jóvenes promesas, como Julio César Iglesias, había ilustres veteranos como Diego Carcedo. Por indicación del gran reportero Jesús Delgado, delegado de la "Gaceta del Norte" en Santander, Jesús Delgado, José Manuel Vaquero y yo hicimos "pool" con un joven periodista riojano, J.J. Benítez, que más tarde alcanzaría notoriedad nacional como novelista con la serie "Caballo de Troya". Al atardecer los periodistas nos concentramos en el Pozo de la Oración en torno al "jeep" del teniente Florentino, jefe de línea de la Guardia Civil, que conectaba por radioteléfono con el refugio de Vega de Urriellu para recoger las novedades del día: en qué lugar de la pared estaban los montañeros, qué dificultades técnicas arrostraban o qué otros problemas tenían. Así nos enteramos, por ejemplo, de la retirada de la tercera pareja, formada por Gervasio Lastra y Francisco Martínez, por, según explicarían luego, la ruptura del pacto al que se había llegado antes de comenzar la escalada. Con esos datos y la documentación que manejaba cada uno, los plumillas, como algunos seguían llamando a los periodistas, teníamos que hacer la información del día.

Lo que no había en modo alguno era información gráfica. Para obtenerla, con los medios técnicos de la época, había que subir hasta la base del Picu Urriellu y eso se antojaba una aventura poco menos que imposible. Yo conocía parte de ella, por una excursión estival de años antes que había quedado interrumpida por la niebla. Todavía no existía, con su forma actual, la senda que, partiendo de Pandébano, pasa por el Colláu Valleyu. Había que ir a Bulnes de Abajo, subir hasta la Voluga de Canti Sierra, pasar luego la Canal de Balcosín y ascender la dura Canal de Camburero para acceder luego al Jou Lluengu, larga caminata que no llegué a hacer porque la niebla nos echó para atrás. En conjunto, era una ruta muy dura, que no se hacía en menos de cinco horas… en verano y eso para los que caminaran muy bien. Imaginarla con nieve y hielo metía miedo.

No se lo metió a Ángel Ricardo. O, si lo hizo, supo vencerlo. Sin dar tres cuartos al pregonero, puso en marcha un plan. Consiguió la colaboración de un pastorín de 18 años, Francisco Martín, de Poo, para que le guiara y acompañara, buscó o compró unas chirucas y, cargando con la pesada mochila de los fotógrafos profesionales, que incluía un teleobjetivo, a primera hora del 7 de febrero de 1973, se puso en marcha. En una durísima jornada de 15 horas él y su compañero llegaron a la Vega de Urriellu, donde Ángel Ricardo acercó con el teleobjetivo, para fotografiarlos, a aquellos minúsculos bultos que se movían por la parte alta de la cara Oeste. Y, sin perder un segundo, él y su compañero iniciaron el regreso, que seguro que fue más duro que la subida, pues la pendiente impone siempre para bajar y, si está resbaladiza, mucho más. Cuando llegaron a Poncebos habían pasado quince horas desde el momento de la salida. Pero para Ángel Ricardo no había terminado la jornada. Tenía que llamar a Oviedo para decir que tenía las fotos e ir a llevarlas, lo que implicaba revelarlas y fijarlas. Juan de Lillo le esperaría en la Redacción de La Nueva España con todo preparado para completar con las imágenes que nadie tenía la noticia de la jornada: Pérez de Tudela, "El Ardilla", Lucas y "El Murciano" habían completado la primera invernal por la cara Oeste del Picu. La parte gráfica era una gran exclusiva. Luego se sabría que había tenido competidores, aunque menos afortunados. Sin duda porque se enteró del intento de la competencia, Isaac Rubio, fotógrafo de "La Voz de Asturias" y padre de 17 hijos –sí, diecisiete– había decidido también subir a Vega de Urriellu, llevando de guía a un compañero del periódico, José Manuel Álvarez Rubiera, que tenía experiencia montañera. Pero se les echó la noche encima y hubieron de pasarla a la intemperie y con una indumentaria precaria. Si la memoria no me falla, Isaac iba con sus habituales zapatos negros que le lustraban aquellos limpiabotas que tanto abundaban en el Oviedo de entonces. Seguro que lo pasaron muy mal, pero, por suerte, pudieron desistir del intento sin males mayores.

Ángel Ricardo no se colgó ninguna medalla por aquella hazaña, quizá la más meritoria, por costosa, de una trayectoria profesional en la que quedaron reflejadas sus grandes cualidades como fotógrafo y como persona. En el momento de su adiós estas líneas aspiran a recordarlo.

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