El "soft power" de Asturias

Las ventajas que debe aprovechar el Principado

El "soft power" de Asturias

El "soft power" de Asturias

Guillermo Martínez

Guillermo Martínez

Un millón de habitantes; decimotercera comunidad por volumen de PIB, cuarto presupuesto más pequeño del conjunto de comunidades autónomas, una superficie modesta, cicatrices de todas las reconversiones posibles, un acelerado proceso de envejecimiento, amplio metraje de diagnósticos y una situación geográficamente periférica.

Podemos contar uno a uno cómo disminuyen nuestros habitantes, lamentar las reestructuraciones sufridas, pensar en un ayer glorioso, en una estructura de la población que ya no existe, volver a tomar presión y temperatura, pensar en que nuestra capacidad presupuestaria podría navegar contracorriente o hasta configurar mentalmente una situación y orografía diferente a la heredada. También, por qué no, optar por una cuarta autovía que nos cruce de norte a sur, o iniciar un encendido debate sobre las paradas de la nueva línea de alta velocidad, o incentivar la competencia entre nuestras ciudades por grandes equipamientos. Y todo esto, ¿cuánto cuenta en el futuro?

En cambio, sí que deberíamos sacar ventaja de la flexibilidad que permite nuestra escala regional, explotar más los índices de calidad de vida, que se sitúan por encima de la media estatal, la calidad de nuestros servicios públicos o incluso convertir en ventaja la desventaja inicial de haberse configurado como un espacio periférico ahora que las políticas de los polos de desarrollo dieron lugar consciente o inconscientemente casi a un único centro, al que todo se referencia. Cambiar la quimera del dorado por múltiples soluciones reales.

Por ello la iniciativa del Gobierno de Asturias en torno a nuestro posicionamiento una vez concluidas las principales infraestructuras es todo un acierto. Todo aquello que nos permita "pasar de pantalla" será positivo. Centrados durante mucho tiempo en lo "hard", en las grandes infraestructuras, en los grandes centros de producción, en proyectos de gran dimensión, o en los eternos debates sobre nuestra influencia en Madrid, es el momento de centrarse en aquello en lo que sí tenemos capacidad de actuación, en lo que podemos esperar resultados y no en la lógica frustración entre los objetivos y los fines. Fue lo que Joseph S. Nye definió como el camino indirecto para conseguir los objetivos, el poder de atracción o de seducción.

Un nuevo paradigma en el que la importancia de las infraestructuras da paso al poder de las conexiones, y donde las fronteras que nos limitan serán menos las físicas y más las ficticias, allí donde la información, la formación y la innovación serán protagonistas.

Actuar en la escala regional es actuar sobre la realidad, desarrollar la economía de proximidad reforzará nuestro sector primario, apostar por la relocalización industrial nos hará depender menos de las deslocalizaciones, un nuevo contrato territorial debería reequilibrar nuestro espacio rural y urbano, pensar en competir para conservar y no en conservar para perder, asumir la dinámica del área central, descentralizar regionalmente y agrupar comarcalmente, pensar en que Europa sigue siendo una oportunidad, o tomar nuestra red exterior como una prolongación de nosotros mismos, son algunos de los ingredientes de ese "soft power" que nos permitirá actuar en la misma sintonía de nuestras posibilidades y de las regiones que ganan.

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