Solo será un minuto

Todo eso no importa nada

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Mal vamos si a partir de cierta edad –incierta, más bien– no sabes distinguir entre el ruido que no aporta nada y los sonidos que lo explican todo, entre los afectos especiales y los interesados, entre las compañías sin riesgo y las que cotizan en bolsa vacía, entre las palabras que te enriquecen y las que empobrecen cada espacio que pisan, entre las personas que mejoran tu vida y la gente que la empeora, entre daños colaterales y perjuicios frontales. No hay camino que valga la pena si no te conduce a paisajes donde no escuecen los días y no se retuercen las noches con espasmos de amargura y temblores de hastío. Se pierde demasiado tiempo ajustando cuentas con la propia memoria, como si eso pudiera curar heridas: las verdaderas, las más profundas y dañinas, no se cierran nunca. Así que hay que aprender a convivir con ellas como se pueda, o como te dejen, sin olvidar que las penas solo conceden tregua cuando haces de ellas una vía de respeto por sus causas y de aprendizaje por sus consecuencias.

No importa nada lo que piensen de nosotros quienes no nos importan y a los que no importamos. Las palabras que nacen de la ignorancia, el prejuicio, la intolerancia, la falta de respeto y la temeridad tóxica de quien cree poseer la verdad absoluta están vacías, son como las páginas en blanco que hay al principio de los libros, espacios muertos que ocupan sitio sin ofrecer contenido valioso. Al fin y al cabo, la única razón por la que la vida llega a tener algún sentido más allá de la mera supervivencia es encontrarse con otros seres igualmente desconcertados con los que compartir sin estrépito afinidades sin imposición, complicidades sin delito, renuncias sin traiciones e ilusiones con lealtades. Voces que buscan el acuerdo y respetan tus desacuerdos. El resto es silencio.

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