Varadero de Fomento

Grandes exploraciones

Algunos parecen descubrir ahora la villa en su totalidad

Alejandro Ortea

Alejandro Ortea

Contaba el gran Luis Ángel Varela (QEPD) una anécdota con Juan Antonio Samaranch, por aquel entonces presidente del Comité Intencional Olímpico. En un encuentro del prócer deportivo con el entonces presidente del Grupo Covadonga, comentaban acerca de lo importante que era para la buena marcha de las cosas en su ámbito mantener frecuentes y estrechas relaciones con los representantes públicos, con los políticos. Siempre, salvo en un momento, las semanas anteriores a unas elecciones. El consejo era sabio y muchos lo conocen de sobra, pero hay quien no parece haberse percatado de ello.

Sucedió en esta villa marinera el otro día: visitó la ciudad la ministra Montero, de filiación podemita, para apoyar a su candidatura en la localidad y eligieron las instalaciones de la fundación Mar de Niebla. Parece que su director, Héctor Colunga, no conocía el consejo del gran Samaranch y brindó una entidad que pretende ser de todos y de nadie, en escenario para una kermese de partido. Y no de cualquier partido, sino de una formación muy controvertida, aunque forme parte del Gobierno de España. Es probable, que como le sucede a uno, ya no mirará ni tendrá conceptuada a Mar de Niebla como antes de este desgraciado acontecimiento. Grandes o pequeñas, suficientes o insuficientes, la fundación recibe ayudas de instituciones que son de todos, no de los simpatizantes de un partido. Colunga cayó en una trampa y bien harían los patronos en ir buscando a otras personas para dirigir una entidad hasta ahora respetada por todos para que las cosas sigan siendo igual.

Parece que la derecha, en su doble vertiente derechona y ultra, ha descubierto los barrios de Gijón: tras décadas de abandono y sólo recordar que existían Somió y quizá Viesques, se han lanzado a visitar el Gijón periférico llenos de promesas felices. Los más desgraciadamente graciosos son los foristas que gobernaron nada más y nada menos que ocho años de nada y dejaron que esas zonas y sus equipamientos languidecieran. Es probable que sus respetables habitantes ya ni conozcan aquellos tiempos ya mandatos y, más aún, los anteriores al anterior de cuando pasaron de tener polvo y barro, según la climatología del momento, a ser zonas urbanizadas como las del resto de la villa. Bien está que las Pumariega, Moriyón y demás alineados por estribor se hayan dado cuenta de que Gijón va más allá de lo que era la población durante los duros años de la posguerra, que es en donde se habían quedado anclados, hasta que al ayuntamiento ya democrático llegaron corporaciones sensibles con los barrios y no digamos nada del impulso formidable de los noventa. Lo más indignante es que esa derecha venga ahora a explicarnos Gijón.

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