La innegable pasión de un maestro

Un defensor incansable de la música desde la tribuna periodística que nunca perdió relación con Oviedo

Cosme Marina

Cosme Marina

Hace ya unos cuantos años, cuando aún existía el Festival de Música Contemporánea de Alicante, se organizó un congreso en el que uno de los ponentes era Guillermo García-Alcalde, que dictó una conferencia centrada en la crítica musical. Como en él era habitual exhibió una erudición impresionante que lograba transmitir con facilidad total. Era este un don suyo, el de convertir en fácil lo complicado. En el debate posterior se generó una interesante polémica sobre el deterioro que, ya entonces, se observaba en los medios de comunicación, especialmente en los periódicos, de la información musical. Si comparamos aquella situación con el abismo actual, estábamos en el Paraíso y no lo sabíamos. Él fue muy vehemente –se crecía en los debates y hacía gala de argumentaciones muy fundadas– en la defensa del periodismo musical especializado, en el servicio que prestaba de divulgación. En aquel momento zanjó el motín con la razón que da la buena praxis: "En el grupo Prensa Ibérica la música clásica se trata con rigor y eficiencia, prestándole la entidad que merece". De este modo, con su habitual mesura, sacó los colores a otros grupos informativos que ya habían llevado a la anécdota la música patrimonial.

Y es que, desde su labor periodística, al frente del grupo editor de este diario, fue un defensor incansable de la música. Casi diría que un apóstol. Impulsó además la música contemporánea, la creación y, él mismo, estrenó obras suyas, alguna de ellas en Oviedo en la que es, quizá, su faceta más desconocida, la de compositor. Además, fue un crítico riguroso, fiable. Decía que, con el paso de los años, se había vuelto demasiado benevolente en sus juicios críticos, pero quizá ahí se equivocaba: lo que hizo fue poner el foco en lo bueno de cada interpretación, resaltar los valores positivos, sin dejar de lado las deficiencias. De este modo, empujó procesos musicales incipientes y tuvo una presencia total en Las Palmas de Gran Canaria ayudando en la construcción de proyectos que acabaron siendo referenciales, por ejemplo, el Festival Internacional de Música de Canarias, que dio un vuelco a la actividad musical de las islas; también fue clave su contribución a las orquestas residentes y en muchos más empeños sectoriales. Los músicos canarios sabían que Guillermo siempre estaba ahí y, de hecho, ejerció un liderazgo imprescindible sin pedir nada a cambio, desde la discreción. No le tembló el pulso para denunciar a los políticos cuando trataron de llevar el Festival a la irrelevancia en un artículo que supuso un punto de inflexión para que el certamen volviese a ocupar un lugar clave en la vida cultural canaria.

Mantuvo intacta su vinculación con Asturias, con Oviedo. Estaba al tanto de las programaciones musicales de la ciudad. Tenía gran afecto por la Sociedad Filarmónica, en la que estrenó obra, sobre todo por su amistad de tantos años con Jaime Álvarez-Buylla y estaba feliz con el crecimiento que la música en la ciudad experimentó con la apertura del Auditorio Príncipe Felipe. Se enorgullecía de esa veta melómana de la capital del Principado. Sus pasiones musicales eran intensas y fue un wagneriano de fuste. Conocía su legado al dedillo y era fascinante hablar con él sobre el compositor germano, del que tenía un conocimiento exhaustivo. Buen conocedor de los intérpretes más interesantes de cada momento, defensor de un acceso público a la música, a la cultura, era también conversador infatigable. Lo recuerdo expectante al inicio de los conciertos del Festival de Canarias y, luego, tras los mismos hablando con entusiasmo de tal o cual versión, disfrutando con intensidad de cada velada. Elegante, en el fondo y en la forma, incluso en la discrepancia, le echaremos de menos. Siempre buscaba sus críticas, desde la distancia, en "La Provincia-Diario de Las Palmas". Eran una lección del tan díficil afán de contar la música. Él tuvo el privilegio de saber hacerlo como muy pocos.

Suscríbete para seguir leyendo