Tiempo de ocurrencias

La campaña electoral

Tiempo de ocurrencias

Tiempo de ocurrencias

José María Ruilópez

José María Ruilópez

En días de elecciones autonómicas y locales, cuando acaba de abrirse la veda a la pegada de sonrientes carteles, hay que andar con mucho cuidado a la hora de leer los periódicos. La lógica, según la filosofía: "es un método o razonamiento en el que las ideas o la sucesión de los hechos se manifiestan o se desarrollan de forma coherente y sin que haya contradicciones entre ellas". Pero, en momentos como el que citamos, los partidos olvidan la lógica para dar rienda suelta a las ocurrencias. Parece que pasaron años y nunca nadie se acordó de este o aquel proyecto, como si estuviera escondido en el subconsciente de algún candidato, y, de pronto, se le encendiera la luz, como en los tebeos, donde aparecen los globos sobre el hablante con la frase de ocasión encerrada en ellos, y la sueltan como el que deja al perrito revolcarse sobre el césped, y si cuela, coló.

No citaré ninguna de las ocurrencias, lo que los candidatos llaman proyectos, impulso, cambio, zona verde, carril bici, peatonal, aparcamientos, túneles, soterramientos gigantescos. O hablan de sus aficiones deportivas, cada palo que aguante su vela, diría una candidata, o, yo siempre anduve en bici, para mi el Sporting y nada más, o, yo soy oviedista hasta la médula. Menos mal que en el derbi de hace unos días hubo empate a goles, porque, en caso contrario, podría haber habido un vuelco social de las aficiones respectivas.

Los libros de cabecera son un recurso que da lustre al candidato y eleva su tono intelectual, si es posible citando títulos raros, aunque sean de autores extranjeros. En la parte doméstica hay que tener cuidado con las ocurrencias familiares. No salirse del paseo vespertino con los niños, porque el círculo del parentesco es redondo y delicado: yo ayudo mucho en la casa, mi marido es un ejemplo a seguir, qué haría yo sin una esposa como la mía. Los amigos de tertulia son importantes, te ven con un delincuente en proceso de rehabilitación, y te caen críticas por todas partes: vaya con las amistades de fulanito. Si te ven con una investigadora multipremiada, en este caso, nada, a ningún opositor se le ocurre decir: mira a menganita, qué amistades tan ilustradas tiene.

Los bares habituales son el ámbito nacional por excelencia donde el candidato se humaniza. En España los bares son la segunda casa, y en ella los parroquianos despellejan sin compasión a los candidatos sin conocerlos más que a través de una foto en un periódico. Si a alguno se le ocurre tomar una cerveza en uno de ellos para la foto junto a sus compañeros de partido tiene la obligación de esbozar una sonrisa comedida, nada de la gran carcajada próxima a la melopea. En el caso de las candidatas, tan gremiales ellas, una foto de varias mujeres de diferentes edades y condiciones sociales bajo las mismas siglas es todo un glamoroso reclamo electoral.

Si el medio de comunicación escrito en el que aparece el candidato aporta fotos de infancia mostrando escenas tiernas con los antepasados. Mi abuela fue un referente en mis primeros años, declara la nieta con un mohín bien ensayado de nostalgia. O, la nena con unas trenzas muy a la antigua usanza, o jugando en la playa bajo la atenta mirada de los progenitores, o, en el caso de que la candidata sea joven, unas postales en el pueblo donde creció, y que hace un par de lustros dejó atrás para estudiar en la Universidad, laborar en cualquier gremio, o meterse a política en la capital, introduciéndose de lleno bajo unas siglas ya es una buena carrera, no voy a poner ejemplos porque el avispado lector lo sabe de sobra, esas fotos serán recortables para el futuro.

También se da el caso contrario. El candidato, tras años bregando en distintos frentes por urbes o empresas lejanas, regresa a sus orígenes como salvador de su terruño, es el regreso del emigrado que se muestra al estilo del llamado indiano: me fui pobre, y vuelvo rico para ayudaros a todos. A este, con el tiempo, acaban poniéndole una estatua en un jardín público, eso seguro.

Lo que no saben, o tal vez sí, los candidatos, es que los electores ya tienen una idea preconcebida de su voto. Puede haber un pequeño porcentaje dubitativo. Eso del voto útil, del voto vengativo, del contravoto, que podríamos decir. Como afirmaba aquel forofo del Real Madrid de fútbol: yo no quiero que gane el Madrid, quiero que pierdan todos los demás. Siguiendo una de las frases del gran Francisco Umbral, y salvando las distancias, que decía: "cada artículo que publico me creo un enemigo". Pues eso. Me reservo el voto.

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