En el reino de los puertos

Homenaje a José María Gayo

José María Ruilópez

José María Ruilópez

El Club Ciclista de Teverga, fundado en 1985, prepara para el 4 de junio de este año, a las 10 de la mañana, un homenaje a José María Gayo (Mari Gayo para todos los teverganos) con la inauguración de un monolito en la cima del Puerto Ventana, que une el concejo de Teverga con la provincia de León, al estilo de los grandes mitos del ciclismo profesional, como la Cima Fausto Coppi, en el Paso Stelvio, lo mismo que las 21 curvas del mítico Alpe d’Huez que llevan el nombre de un corredor. A partir de esa fecha la cima del Puerto Ventana llevará el nombre del José María Gayo.

Tiene una explicación, Mari Gayo, que nació en 1932 y falleció el 6 de diciembre de 2022, cuando tenía 14 años se presentó en la empresa minera Hullasa como pinche para llevar el correo desde Entrago a San Martín, un kilómetro, porque había una bicicleta para hacer ese recorrido. Nadie tenía bici entonces. Ahí empezó su relación con el velocípedo y con la empresa. Pero sin descartar a su esposa, Pilar Lana de Fresnedo, con la que iba a cortejar en bici también. La mala suerte fue que su primera hija falleció con ocho meses de tos ferina. Y cuando él contaba treinta y dos años quedó viudo, al no superar Pilar una operación cardiaca, y con dos hijos pequeños, Abel y Susana, de 5 y 4 años respectivamente. La madre, antes de entrar al quirófano quiso ver a sus hijos, tal vez intuía que no los vería ya más.

Abel estudió en Oviedo y es licenciado en Biología, y dirige la clínica ERGO, Centro de Reproducción Humana Asistida, con la técnica de Fecundación in Vitro (FIV) que "consiste en poner en contacto óvulos y espermatozoides en el laboratorio de embriología, con el fin de obtener embriones para su posterior transferencia al útero materno". Es como si quisiera paliar de alguna manera tantas pérdidas familiares creando nuevas vidas con los sistemas más avanzados.

Todas estas vicisitudes hicieron que Mari Gayo se aferrara a la bici como remedio para superar las desgracias. Una pasión que empezó a hacerse mítica en el concejo tevegano y en los limítrofes. Participaba todos los años en la marcha cicloturista de Lugo donde recibe un trofeo al más veterano. Su hijo Abel lo define "como un hombre de altura pese a su metro sesenta y cinco, altura en sus valores morales, altura en su capacidad de sufrimiento y altura hasta para vivir con dignidad sus últimos días, nunca se le vio una lágrima en su cara, nunca una derrota en alguno de sus afanes".

A pesar de pasar su infancia en la posguerra, donde un plátano era un manjar que se comía con cáscara para aprovechar sus valores nutritivos al máximo, y después de tantos avatares familiares, Mari Gayo miró a la montaña que termina en el Puerto Ventana. De ahí en adelante se convirtió en su reto inmediato. Según asegura Pepe Colubí, uno de los promotores del homenaje y fundador del Club Ciclista Teverga, Mari Gayo habría subido a Ventana dos o tres veces a la semana durante años. Calculando por alto serían cientos de veces las que subió a ese puerto, 20 km. de ascensión, sobre todo de Páramo en adelante. Con 82 años todavía recorría 130 kms con su hijo y otros aficionados que se unían en la marcha. El ciclismo es un deporte solitario, hecho para románticos, para viajeros silenciosos, y Mari Gayo era todo eso.

Como afirma su hijo Abel Gayo, "si supiera que hoy el club de sus amores lo elige a él para darle nombre a la mítica cima de Teverga, el puerto Ventana, seguro se pondría su maillot del CC Teverga, y demarraría para cruzar la línea de meta el primero y escuchar los aplausos de sus fans incondicionales". Dios le guarde en el Reino de los Puertos.

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