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Cómo no perder el tiempo con series petardas

Guía para moverse por las plataformas televisivas

Cómo no perder el tiempo con series petardas

Cómo no perder el tiempo con series petardas / Ilustración: Pablo García

Francisco García Pérez

Francisco García Pérez

Acudo en socorro de un gran amigo que confiesa en estas mismas páginas haber desertado de esa multitud de series televisivas y plataformeras que nos rodean por todas partes salvo por ninguna, y cuya propaganda jura que son lo nunca visto y que uno quedará en fuerísima de juego si no las consume. He aquí, pues, unas sugerencias para guiarse a través de maraña tal y solo gozar de lo rico, rico: que lo hay.

Deseche las que se anuncian como "romance épico", "tragedia descacharrante", etc. Los oxímoros son señal de que los guionistas no saben si la serie es de amor vaporoso, si te partes el eje de risa con ella o si vas a ver las más bajas pasiones humanas convivir junto a la más alta virtud. Y si quien cuenta la historia no sabe de qué va…

Aguante un máximo de diez minutos. Si no se entera de los giros de guion y tal, apague y váyase.

Huya de las que muestran indicaciones tipo "3 horas antes", "5 meses después", "media hora luego". Si el director no sabe fabricar convincentes elipsis y nos trata como bobos, allá con sus cuentos.

Abomine de las que se asientan sobre adolescentes tan perdidos en umbrosos bosques como salidos cual monas y acechados por una cámara temblequera.

Cuando la prota se aferre a las sábanas con mano trémula durante el aquello sexual, cambie al punto de canal.

Que no le tomen el pelo: los efectos de las rotundas borracheras de treinta chupitos apurados de un trago la noche de ayer no desaparecen con un "qué resaca, voy a tomarme un café" al día siguiente. Al contrario, te dejan arrasado, sin habla y solo permiten invocaciones silentes de piedad al Altísimo, junto a firmes promesas de nunca más.

Líbrese de la pantalla en cuanto traten de liarle con que Charles es cuñado de Peggy, la prima de Betty, que abandonó la casa de Ginger minutos antes de que Rod, el nieto de Peter, encontrara el cadáver de Madeleine. La vida es muy corta para abrirse paso un hispano entre los Heimdall, Kirkland, Oddmund, Rangvald, Torbjorn... y otros asesinos nórdicos y sus parientes.

Aparte raudo las series cuya propaganda cita a otras series que nadie apenas conoce: "Si se estremeció con ‘La evisceración de los diecisiete granjeros amish’ y se rio a carcajadas con ‘La invasión de las pedorretas recalcitrantes’, no se pierda ‘Los herederos despilfarradores’".

No pierda un minuto con las series sobre conjuras políticas para derrocar al presidente del país. Ya le digo yo que el malo es un militar de alta graduación y que la democracia triunfará.

Si a una trama de conspiración internacional se suman unos policías (llamados "detectives") curtidos en mil puticlubs, unos espías que van cayendo a docenas a la menor redada diplomática, una familia sufriente al ver que el móvil suena a medianoche (mientras ella se aferra con mano trémula, etc.) y el deber llama… ¿qué demonios hace usted viendo eso?

Si ve que el argumento no da para más a los cinco minutos del primer episodio, pero dura y dura y dura… que se ría de otro la productora.

Cancele aquellas series en español que haya que ver con subtítulos en español para enterarse de lo que vocalizan en español unos presuntos actores españoles.

No se deje tomar el pelo: una miniserie de 10 episodios no es mini, es serie. Fuera con ella.

Nada de fiarse de los muchos premios que atribuyen a una serie, generalmente desconocidos: "La Fesoria de Esparto" y "El Peñazo del Moncayuelito", por ejemplo. Si tuviera uno solo bueno, lo podrían y sobraría.

Ni un minuto pierda con esos planos, con esas secuencias de plena oscuridad milenial. Tratan de ocultar a un director que no sabe componer y cuadrar una escena.

El ruralismo por el ruralismo es síntoma de adanismo: ¿o es que antes no había campos y tierras por labrar? Así que apaga y vámonos.

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