La fortaleza de la historia

Ante la celebración, hoy, del Día Internacional de los Archivos

Josefina Velasco Rozado

Josefina Velasco Rozado

Cuando aquel septiembre de 1517 la cuarentena barcos que traían a Carlos de Gante enfrentaron por culpa de la mala mar las costas de Tazones los lugareños jamás habían visto una armada tan poderosa. Inútilmente esperaban al séquito real en Laredo. Ría arriba en barcazas arribaron a Villaviciosa y allí pasó su primera noche en tierra peninsular el que sería emperador Carlos V. Con él iban su hermana Leonor, gente armada, nobles, servidores y un cronista que dio cuenta del primer viaje completo, desde Tazones a Valladolid, del nieto heredero de los Reyes Católicos. Se llamaba el escribidor Laurent Vital y pertenecía a la larga lista de relatores de hechos que tan buen servicio hicieron a la Historia. Pero por muy loables que sean las crónicas de los cronistas el soporte real de la Historia lo constituyen los documentos de los archivos. Las crónicas escritas en la penúltima década del siglo IX, durante el reinado de Alfonso III el Magno de Asturias, conocidas por copias posteriores, o la encargada por Alfonso X el Sabio, "Estoria de España", en el siglo XIII y todas las demás desde ahí para acá son imprescindibles auxiliares. Pero entendamos que en las crónicas ganaba el relato quien pagaba al cronista. Lo mismo que en las memorias pone énfasis el autor-protagonista en su propia percepción de los hechos, sean estos "La guerra de las Galias" de Julio César o la España claudicante ante Napoleón de las "Memorias" de Godoy.

En los reinos que se fueron formando tras la invasión musulmana del siglo VIII pronto se sintió la necesidad de poner a buen recaudo los escritos, títulos y registros que daban soporte a los derechos y privilegios de sus titulares. Los archivos de la Iglesia (catedralicios o monásticos) fueron auténticos refugios de fondos documentales imprescindibles. Así el monasterio benedictino de San Pedro de Arlanza (Burgos) conservaba algo así como la primera carta puebla dada a los vecinos de Brañosera por un conde otorgándoles privilegios en aquella zona ganada a los enemigos; era el año 824 y reinaba el asturiano Alfonso II el Casto. Como tantos documentos perdidos o destruidos se conoce por copias posteriores y por noticias de quienes los vieron. Los fueros o cartas pueblas están en el origen de municipios y concejos medievales como bien sabemos en Asturias. Y los pueblos se guardaron muy mucho de conservarlas mientras pudieron porque eran la prueba legal de su existencia. Al igual que nosotros conservamos el acta de adquisición de nuestro piso o la copia testamentaria de nuestros padres porque generan derechos, los ayuntamientos, hermandades, concejos o instituciones, además de escribanos y notarios tendieron a poner a buen recaudo sus escritos de legitimación y posesiones. Sin embargo los avatares de la historia provocaron destrucciones gravísimas intencionadas o fortuitas y los relatos de los cronistas e incluso las memorias de los protagonistas o las inscripciones epigráficas y monumentales vienen veces en auxilio de lo perdido al rescate de la Historia.

Sin menospreciar nada reconozcamos como hecho incontrovertible que los archivos son la fortaleza de la Historia con mayúsculas. Y su propia historia, la de los archivos, está pegada a la de los pueblos que ellos salvan del olvido, rescatan del pasado y guardan para el futuro. Desde su fuero en 1155 arranca el pasado en el Archivo de Avilés y desde 1295, confirmando el original de 1045, las joyas escritas del de Oviedo; en tanto que el Archivo Capitular de la Catedral ovetense se precia de su antigua Donación de Fakilo del 803 o el Testamento de Alfonso II del 812; cantidad de pueblos, los concejos de Obispalía, tienen en él parte de su historia. Y hay mas muy relevantes.

Carlos V heredero de un inmenso imperio y de una vieja monarquía itinerante estaba en el cénit de su poder cuando entendió que no podía desplazar con la corte las cajas con los legajos de pergaminos y libros de archivo, ni consentir la dispersión de todo aquel montón de papeles del gobierno de los reinos desde tiempo inmemorial. Así que en 1540 ordenó el envío de una primera remesa de papeles a una de las torres (el cubo de Carlos V) del castillo de Simancas, fortaleza arreglada por el arquitecto Juan de Herrera para ser el Archivo General de Simancas, un proyecto sistematizado por Felipe II como única forma de gestionar su vasto imperio, "por medio dellos (los papeles) meneaba el mundo desde su real asiento". Los primeros responsables del conjunto comandados por el licenciado Antonio Catalán debieron quedar atónitos ante la monumental carga que en carretas les traían. Hoy guarda en 14 km. 75 mil legajos, el producto textual de los gobiernos desde los Reyes Católicos (1475) hasta la entrada del Régimen Liberal (1834). Ahora está al servicio de la Historia.

En Asturias, el cuidado burocrático de Felipe II fue responsable de que entre las Ordenanzas Generales del Principado de Asturias de 1594, obra del corregidor Duarte de Acuña, sancionadas por el Rey Prudente, se dictaminase que "los papeles de importancia se an de poner en un archivo, según las dichas Ordenanças Reales lo declaran y mandan, para que esto se ponga en efecto, el senor governador y el procurador general y los diputados, o algunos dellos, an de visitar el archivo o cajón que está echo, para ver si es capaz y suffiçiente y si tiene las tres cerraduras y llaves, y si no las tuviere acérselas poner; y meter en él las dichas escripturas y, si no, mejorarlo o hacer que se haga otro de nuevo". Fue la primera de las muchas veces que el archivo preocupó a la Junta. Y es que los archivos, todos, dan cuenta de las grandes cuestiones, de las luchas de poder y de los sucesos de los nombres importantes, pero a veces se filtra la vida de la gente de a pie. Coexiste la reclamación millonaria de la duquesa del Parque con la queja de "la sobrina y heredera del portero de la Junta", aunque en relevancia gane la primera. Pero ambas comparten vida y texto en 1700.

Los inmensos territorios gestionados por la monarquía hispánica en su imperio colonial determinaron que en 1785 se creara el Archivo General de Indias en Sevilla por expreso deseo de Carlos III. Con más de ocho km. y 43.000 legajos es el principal fondo para el estudio de la Administración española en el Nuevo Mundo, "la meca del americanismo". En mitad del siglo XIX, la ingente cantidad de bienes bibliográficos y archivísticos procedentes de monasterios y órdenes eclesiásticas desamortizadas que fueron a parar a manos del Estado obligó a la creación del Archivo Histórico Nacional y de paso a la profesionalización definitiva de los archiveros. Todavía el incremento documental hizo necesario crear el Archivo General de Alcalá de Henares en 1969. Y eso por referirnos a la esfera general española porque desde la Constitución de 1978 cada Comunidad Autónoma ha desarrollado su propio sistema archivístico, como puede en nuestro caso apreciarse desde el Portal de Archivos de Asturias.

Los procesos de digitalización y, sobre todo, los retos de la administración electrónica abren nuevas posibilidades al mundo de los archivos no exentas de riesgos solo posibles de conjurar entre todos los implicados en el proceso de la gestión documental desde los productores hasta los archiveros adecuando las herramientas tecnológicas para hacer posible que en el futuro se pueda seguir conociendo el pasado que es este nuestro presente.

[Sirva este 9 de junio de reconocimiento a colegas que hasta hace poco se han dejado años en este maravilloso trabajo: Agustín Hevia (Catedral y Diocesano); Ana Herrero (Oviedo); Covadonga Cienfuegos (Avilés). Los que les precedieron en esos y otros puestos ya están en la historia de la archivística merecidamente. Otros siguen en la lucha]

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