Opinión
Los católicos alemanes y el cambio climático
Cambios en la Iglesia
Acosada por los escándalos de pederastia y preocupada por el abandono masivo de sus fieles, la Iglesia católica alemana ha decidido sumarse a la lucha contra el cambio climático. Cardenales, obispos y representantes de órdenes religiosas han firmado un llamamiento dirigido a los políticos del país en el que se los alerta del peligro de inacción frente a ese fenómeno.
"Nos hallamos en una encrucijada", como lo demuestran "los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos", reza el escrito, que denuncia el peligro de un populismo que "crea inseguridad" y "calienta el clima social". En él se advierte no sólo del peligro de "sobrepasar los límites del planeta" por el continuado abuso de los combustibles fósiles, sino también de los intentos de distracción de los problemas reales mediante el recurso populista a "las emociones frente al debate objetivo".
Los autores del escrito son Astrid Shaffert, de Cáritas, Christian Weingarten, encargado de política medioambiental del arzobispado de Colonia, y el jesuita Jörg Alt, que ha participado últimamente en acciones de los militantes de la llamada Última Generación consistentes en bloquear el tráfico pegándose al asfalto. El jesuita alemán defiende así su participación en esas acciones de protesta, condenadas por las autoridades: "Unos son los profetas y radicales, pero gracias a ellos, otros pueden ejercer de diplomáticos".
Para los ecologistas consecuentes dentro o fuera de las iglesias, está cada vez más claro que no hay más solución que el llamado "decrecimiento" para detener el calentamiento del planeta y evitar la catástrofe definitiva. No es sólo la excesiva dependencia de los combustibles fósiles lo que pone en peligro la propia supervivencia humana en el planeta.
Aunque se pase al cien por ciento de energías renovables, si la economía sigue creciendo al ritmo actual, no se lograra el proclamado objetivo de limitar el calentamiento futuro del planeta a 1,5 grados frente al nivel de la era preindustrial.
Crecimiento ilimitado significa siempre mayor demanda de energía, y será en cualquier caso imposible generar suficientes energías renovables como para poderevitar un "calentamiento catastrófico" del clima planetario. Desde la deforestación del Amazonas hasta los incendios forestales en Australia y otros continentes por culpa del cambio climático, la causa principal es siempre la misma: la expansión económica ilimitada.
Entre quienes han estudiado esa estrecha correlación está el filósofo japonés Kohei Saito, autor de libros como "El Capital en la era del Antropoceno" (B.Ediciones) y que, basándose en los últimos escritos de Karl Marx, aboga por el decrecimiento como única forma de desacelerar el cambio climático. Según Saito, que procede en ese libro a una relectura del autor de "El Capital", la ecología no era una consideración secundaria para Marx, sino que está en el centro de su análisis del capitalismo. El filósofo alemán llegó a la profunda convicción de que el crecimiento ilimitado era diametralmente opuesto a los intereses tanto del conjunto de la humanidad como del medio ambiente.
Marx observó que el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas socavaba e incluso destruía ecosistemas enteros e impedía la capacidad de renovación de la propia naturaleza. Para Saito, el crecimiento económico debe disminuir drásticamente en los países más ricos a fin de acabar con la transferencia sistemática al llamado Sur global de los costos ecológicos que genera.
La solución está, explica, en reestructurar radicalmente la economía para dar prioridad a las necesidades sociales y a la sostenibilidad ecológica sin que ello suponga necesariamente una dramática caída de la calidad de vida en los países desarrollados.
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