El Gobierno de Asturias ha anunciado con granítica obcecación que no piensa suprimir el impuesto de sucesiones convirtiéndose en uno de los tres o cuatro territorios donde sigue vigente ese gravamen. El caso es que, por no poder hacer frente al gasto fiscal que conlleva, mas de dos mil herederos tienen que renunciar cada año al legado recibido de sus padres que casi siempre se trata de un modesto patrimonio creado con esfuerzo y privación. ¿No es esa una clara forma de embargo y confiscación de los bienes de los menos pudientes?
Dicen los gobernantes de aquí que no lo derogan porque el dinero recaudado es para mantener el estado de bienestar. ¿Es que en el resto de territorios donde lo han eliminado –que es en la mayoría de las comunidades autónomas– no gozan del Estado de bienestar? También argumentan que sirve para gravar los privilegios de la casta familiar y que no supone una traba para la creación de empresas. Lo cierto es que este rapaz que lleva nuestros destinos políticos sigue con el raca raca de que ese injusto tributo va destinado y contribuye a mantener la sanidad y la educación. Pues la verdad es que no se nota, porque aquí la sanidad cada vez funciona peor (solo hay que ver las quejas sobre la atención primaria y las interminables listas de espera) y, en cuanto a la educación, año tras año, pierde alumnos y no mejora en calidad. Yo diría mas bien, que esos impuestos van destinados a cubrir el aumento desorbitado de funcionarios en el Principado (mas de 64.000), me temo que muchos de ellos dedicados a labores burocrático-administrativas que no crean valor y, en vez de solucionar problemas a la gente, ponen trabas y entorpecen la gestión de empresas y particulares con un papeleo abominable.
Por otra parte, ¿cuántas empresas importantes se han radicado en Asturias en los últimos cinco años?, pues, debido a los altos impuestos y la burrocracia, en ese periodo, no se consigna el aterrizaje de compañías de gran nivel y me consta que hay un montón de ricos asturianos (como los califica el gobierno) que han trasladado el domicilio fiscal a Madrid y otras zonas, restando riqueza a la región.
Otra situación que nos deja confusos a los ciudadanos es que no pasa un día sin que tengamos una predicción sobre el panorama económico nacional. La verdad es que lo de las estimaciones del PIB para nuestro país parece cosa de cachondeo. Da la impresión de que todo dios es experto en vaticinios sobre lo que va a ocurrir con la cosa económica en España.
Como si no tuviéramos bastante con los pronósticos de organismos tradicionales que inspiran cierta confianza y rigor como la Comisión Europea, el Banco de España, el Fondo Monetario Internacional y la OCDE, también dedican sus esfuerzos a lo mismo Analistas Financieros Internacionales, Consejo general de Economistas, BBVA, Caixabanc, Cámara de Comercio de España, FUNCAS, Centro de Estudios Económicos de Madrid, Centro de Predicción Económica, CEOE, Equipo Económico, AIREF, Instituto de Estudios Económicos, Intermoney, Mapfre Economics, Oxford Economics, Repsol, Santander, Universidad Loyola y no sigo enumerando una lista interminable para no cansar al personal.
Todos estos profetas, como si sacaran la bola de cristal, nos anuncian cual va a ser nuestro crecimiento y las fortalezas y debilidades de nuestra economía, no solamente para el año, sino que son tan osados que también lo hacen para el siguiente.
La cuestión es que yo no se si se copian unos a otros, pero por ejemplo en cuanto al crecimiento español para 2023, las diferencias son mínimas y van desde el 2,2 al 2,4%. Además, como se equivocan tanto, es muy habitual que vayan rectificando sus cifras según avanza el ejercicio. Así, por ejemplo, el Banco de España, que se trata de una institución seria, ya ha rectificado cuatro veces su objetivo de PIB para este año (menos mal que ha sido al alza). A parte de la confusión que crean con sus ajustes y el coste y derroche de medios de esos servicios de estudios, uno se pregunta: ¿estos pronósticos, servirán de guía e influencia para diseñar la política económica del país?, porque si fuera así es para echarse a temblar.
¿Qué les pasa a los analistas si no aciertan y meten la pata?, ¿los despiden?, ¿les exigen rendición de cuentas?, pues les diré a ustedes que no ocurre nada porque, como es tal la hemorragia de vaticinios y augurios con sus ajustes trimestrales, que a los dos días nadie se acuerda de las cifras pasadas y todos contentos.