Opinión

Son tres los enemigos

Del catecismo del padre Astete a Fernando Pessoa

De crío en la escuela nuestros cuadernillos de cabecera eran el catón y el catecismo. Con el primero aprendimos como una serie muy compleja de garabatos nos traducían la palabra oral. Descubrimos que el hombre era un ser con inteligencia suficiente para hablar con un bic y un cuaderno. Y el catecismo, aún me tocó el del padre Astete, nos marcaba el camino que debiéramos seguir para no chamuscarnos eternamente en las calderas de Pedro Botero. Aquello acojonaba. Memorizábamos párrafo a párrafo siempre bajo el temor del fuego que nos abrasaría en una eternidad incandescente. Con el cerebro en fase de maduración no entendíamos de la misa la media. Yo me quedé con los enemigos del alma: el Mundo, el Demonio y la Carne. Y en mi prematuro insomnio le daba vueltas. ¿El Mundo? Si vivo en él, por qué es mi enemigo. Si Dios es infinitamente bueno, por qué obligarme a vivir en la casa de mi enemigo. ¿El Demonio? A ese sí, ya la iconografía al uso nos lo pintaba con cuernos, rabo en punta de lanza, alas de murciélago, cabeza de cabra y pezuñas huesudas. Los niños teníamos pesadillas con él y despertábamos bañados en sudor y llamando desesperadamente a nuestras madres. Lo temíamos y odiábamos. ¿La Carne? A falta de una educación más racional y explícita, jamás entendí por qué un entrecot pudiera ser enemigo del alma. A punto estuve de hacerme vegano.

De mayor, muy mayor, enfocando la última curva. Uno mira al pasado y se echa las manos a la cabeza. Ve el presente y salta el propósito de enmienda. En la edad de las cataratas la niebla espesa borra el horizonte del futuro. Yo me habré esfumado, mis nietos no. Y me carcome el hecho de que la nube de tormenta que amenaza en lontananza se la ve venir. Para disiparla admito con gran pesar que libramos los ciudadanos la batalla en terreno baldío. Hasta los bemoles del mantra de los políticos. Cada loco con su tema y ellos con la promesa de un mundo mejor. Hago votos. Con poca fe. Y leo cuando el desasosiego se ceba en mi ánimo a un sabio con más desasosiego, a Fernando Pessoa. Nos cita otros tres enemigos en "Diálogos con la Tiranía": "Siempre y dondequiera combatid a estos tres asesinos: la Ignorancia, el Fanatismo y la Tiranía".

Son tres los enemigos y van de la mano. ¿Progreso? Sí. ¿Cómo? Pessoa nos delata a los asesinos de la paz. Id a por ellos, "siempre y dondequiera", no servirán las bombas, armémonos con la razón y la palabra. ¿Utópico? Es posible, pero no hay otra salida.

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