Opinión

Nos gusta el fútbol

Una jornada de taquicardia para Oviedo y Sporting

El fútbol asturiano entra en la recta final de la temporada con sus dos equipos punteros con posibilidades de ascenso a la máxima categoría. Solo uno de ellos podrá conseguir la hazaña y no cabe descartar una lucha fratricida a cara o cruz por la única plaza aún vacante, pero pocos aficionados podían ensoñar hace unos meses la idea de alcanzar el tramo definitivo con opciones ciertas de dar la campanada.

Lo mejor de la jornada de ayer es el destrozo asturiano de las probabilidades matemáticas. Había muchas opciones de que uno de los dos, Sporting u Oviedo, Oviedo o Sporting, se colarán en el play off, horrorosa palabra que se ha instalado en nuestro vocabulario con la persistente molestia de una caries. Pero que ambos equipos pusieran la pica en Flandes, aun a costa del fracaso imprevisto de un tercero, solo lo auguraban algunos optimistas patológicos, que en esta región se cuentan con los dedos de una mano: Barbón y cuatro más.

Por mucho que algunos aficionados azules y otros tantos rojiblancos solo estén satisfechos de la parte que les toca y detesten que al reparto del último trozo del pastel acuda también con su plato de postre el encarnizado vecino y rival, todos los asturianos, futboleros o no, deben sentirse satisfechos de la compartida hazaña dominical. Y ojalá que uno y otros alcancen la última eliminatoria, después de derrotar al cupo vasco y a la quita catalana; y entonces, que arda Troya. Dos partidos de fútbol, dos finales, que paralizarían a una región entera, sometida a 180 minutos discontinuos de taquicardia.

Y el Madrid, como en el anuncio, otra vez campeón de Europa. Los triunfos continentales de los merengues se escapan del ámbito de las matemáticas y se aproximan a los designios inescrutables de la cabalística. En su despedida, Kroos demostró que la rapidez de cabeza es más importante que la de las piernas, incluso en vísperas de la jubilación anticipada. Hay clubes de fútbol que se recuerdan por el impacto de un jugador de leyenda o por la capacidad de organizar equipos de un gran entrenador. Hay solo uno, sin embargo, que es lo que es, el más grande, por la inteligencia de sus presidentes: el Real Madrid de Santiago Bernabéu y de Florentino Pérez, hacedores desde los despachos de la eternidad esférica, que los hados pintan de blanco.

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