Opinión

La tiranía de lo intolerable

Sánchez y la fábula del elefante en la cacharrería

Por las inmediaciones del escaparate de una cacharrería siempre merodea un elefante que a las primeras de cambio irrumpe en el establecimiento a trompa alzada, provocando cuantioso desperfecto. Pese a su estampa zancuda, Pedro Sánchez se antoja el paquidermo de la tediosa fábula del momento político que nos toca sufrir, el artífice de que el país sucumba a los manejos del cacharrero, empecinado en el destrozo como el que destartala el tendido eléctrico para rapiñar el cobre.

No contento con indultar a delincuentes con la magnanimidad de un césar levantando el pulgar en la silla curul del circo máximo, entrega a los mismos pillos liberados la llave de la caja de caudales de la hacienda pública para que los independentistas hagan de su capa un sayo y queden apenas retales para la túnica que tapa las vergüenzas de los barones obedientes del extrarradio. Y aún más: azuza a sus perros de caza contra el juez que ha osado meter la nariz en los asuntos de su mujer, a la que, también es cierto, los opositores conceden de antemano la presunción de culpabilidad antes incluso de llevarla a juicio.  Seguramente los tejemanejes de su señora esposa no alcancen a la vía penal, pero resulta escasamente cosmético que Moncloa se convierta en oficina temporal de negocietes consortes. Las salas del palacio de la presidencia no pueden utilizarse como si fueran la mesa de un coworking.

Enfrentar al poder ejecutivo con el judicial abre una pugna que solo puede acarrear dramáticas consecuencias de las que tardaremos en recuperarnos. Como también del empeño de dividir al país entre buenos y malos, los míos y los otros, los que están conmigo y los que van contra mí. Sembrar la discordia y alentar la voluntad de no convivir es la peor consecuencia del juego peligroso de la polarización. Imponer contra la tolerancia la tiranía de lo intolerable.

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