Opinión

Los fallos de nuestro sistema de empleo juvenil

Recuperar el sentido del sacrificio y del esfuerzo

La Ley de Vagos y Maleantes, fue una ley del Orden Penal español aprobada el 4 de agosto de 1933 por las Cortes de la Segunda República referente al tratamiento de los vagabundos, nómadas, proxenetas y otros comportamientos considerados antisociales. Se mantuvo en activo hasta que fue derogada en 1970.

El vago, decía el bilbaíno Miguel de Unamuno, "es el fiscal del que trabaja". Y, para ello ponía el ejemplo de un fabricante de chocolate de Salamanca, que todos los días, a la hora del paseo, se ponía con grandes alardes a darle al rodillo en presencia del público. El trabajo era duro y, en cuanto la gente se distraía con alguna otra cosa, el hombre del rodillo aprovechaba la ocasión para darse un pequeño descanso; pero, en esto, y, como por arte de encantamiento, allí aparecía el vago mirándolo fijamente, y ya no había descanso posible, teniendo que volver el chocolatero a su faena del rodillo. Aquel hombre que no hacía nunca nada; aquel ciudadano sin oficio ni beneficio; aquel vago, en fin, era el que ponía en movimiento todo el comercio y la industria de la Plaza Mayor de Salamanca, donde el vasco era Rector de la Universidad.

El vago no odia el trabajo. No hay más que ver que, cuando los operarios están abriendo una zanja se concentran a su alrededor un buen número de vagos y jubilados. Quienes odian el trabajo son los trabajadores, pero no los vagos. Esto sería como decir que los críticos de cine odian el séptimo arte.

Lo malo es cuando un pequeño empresario te dice, como me pasó a mí el otro día, que deseando contratar personal se le apareció un joven diciéndole que no le contratara más de tres horas diarias, pues recibía una ayuda de seiscientos euros del Gobierno y, se le contrataba por más de tres horas, perdía dicha ayuda. Conclusión: le contrató por tres horas, le abonó seiscientos euros mensuales, y con la ayuda del Gobierno alcanzaba los mil doscientos euros; y, como vivía con los padres, se ahorraba los gastos de piso y manutención. A este joven, ¿se le puede etiquetar como vago o como un aprovechado más del sistema? Ahí dejo la pregunta para su reflexión.

Por otra parte, los profesionales de la electricidad, fontanería, mecánica, albañilería, peluquería y otras profesiones de formación profesional te explican que, un buen número de chavales que finaliza los estudios no desean trabajar. ¿Qué es eso de que tienen que arrimar unos ladrillos? Ni hablar, ellos no mueven los ladrillos, pues son "titulados"… No me lo invento. Así me lo han confesado varios profesionales del ramo, y así lo escribo aquí.

Se ha perdido el sentido del sacrificio y esfuerzo para lograr una meta. No son buenas lecciones las que estamos dando a nuestros jóvenes. No es así como se construye un país con músculo, una nación próspera. Algo no estamos haciendo bien… Si un país entero se dedica a admirar el trabajo en vez de dedicarse a trabajar, sus empresas no irán nunca hacia arriba. ¿En España hay muchos vagos? Es difícil saberlo. Eso sí, hay muchos pícaros; siempre los ha habido. España ha sido siempre un país proclive a la picaresca. Ha gustado tener un salario trabajando lo menos posible. Sin ir más lejos, el otro día una persona me confesó que cobra el paro y, luego, además, hace sus "chapucillas" por las casas.

No es posible que haya alrededor de tres millones de personas apuntadas en la lista del paro (sin contar los fijos discontinuos, que es una manera de enmascarar las cifras), cuando no se encuentran camareros, fontaneros, electricistas, peluqueros, albañiles, encofradores, soldadores… ¿Qué pasa con nuestro sistema?, ¿dónde falla? Pero, en fin, España va bien. Va como un cohete…, aunque desconocemos su dirección.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents