El viaje de Barbón a ninguna parte

Bienaventurados los que nada esperaban del encuentro entre Sánchez y Barbón porque hoy no se sentirán defraudados. Quienes aguardaran, sin embargo, algún pronunciamiento relevante para Asturias, por aquello de que el Principado es de los pocos feudos territoriales que le quedan al PSOE y debería premiarse de alguna forma esa fidelidad añeja, entenderán que no hay dónde rascar. De la rimbombante reunión en Moncloa solo salieron vaguedades que no disipan las dudas acerca de los dos grandes asuntos que preocupan al común: la financiación autonómica y el futuro de la siderurgia integral. Mucho ruido y pocas nueces. Alguna bellota y toma castañas.

No hubo premio de consolación, ni mayor consuelo para los que piensan que el acero pende del alambre. Si tan claro tienen en el Gobierno que las factorías de Gijón y Avilés quedarán a salvo con o sin Mittal, que digan quién se va a hacer cargo de atizar los hornos si el indio huye de tanta amenaza de crematorio. Tampoco evitó Sánchez la tiritona de quienes temen que el acuerdo con los nacionalistas catalanes para entregarles la llave de la caja supondrá menos dinero para financiar los servicios básicos del resto de los españoles. Decir que habrá dinero para todos es no decir nada si no se explica de dónde va a salir la pasta. Y que el acuerdo será multilateral resulta una obviedad: un cupo catalán por las bravas al modo vasco no cabe en la Constitución, salvo que toreen la Carta Magna a porta gayola.

Si Barbón anhelaba que el Manitú de la tribu le anunciara el rescate del peaje del Huerna, poco más hay que añadir: regresó de Madrid en coche y su chófer tuvo que rascarse el bolsillo para levantar la barrera de las casetas de la autopista. Después eso sí, de comparecer entre banderas con una sonrisa de oreja a oreja. En resumidas cuentas, que el presidente de Asturias retornó ufano de no haber ido a ninguna parte.

Suscríbete para seguir leyendo