Opinión | Mujeres

Madres y artistas

La avilesina Soledad Córdoba impulsa su discurso creativo con la energía transformadora de la maternidad en la exposición "Mater Oblatio"

Marina Abramovich, la madre de la performance, se sinceraba hace unos años. Contaba que había abortado varias veces y explicaba sus motivos. Argumentaba que las mujeres no están dispuestas a sacrificarse por el arte en la misma medida que los hombres, que ellas quieren tener familia e hijos, olvidando que los varones que se dedican al arte también suelen tenerlos, y que esa responsabilidad es incompatible con el ejercicio artístico, aunque no suceda lo mismo en el caso de la paternidad. "Tenemos un cuerpo y para ser artista hay que consagrarlo a ello por completo", sentenciaba Abramovich.

La maternidad ha sido y será un tema recurrente y muy principal en la historia del arte. Hay representaciones de madres con sus hijos en brazos en tablas flamencas, en frescos renacentistas, en retablos barrocos, en lienzos modernos, en fotografías contemporáneas. En el arte hay maternidades ideales, divinas, y las hay más cotidianas. La mirada, hasta hace nada, era siempre masculina, distante, reverencial. Hay ejemplos sublimes, como las madonnas de Rafael, la Pietá de Miguel Ángel, las vírgenes con el niño de Murillo, y más cercanas en el tiempo, las maternidades de Gustav Klimt, de Sorolla...

A medida que las mujeres han ido conquistando espacios en el arte, esa mirada se ha ido acercando. A finales del siglo XIX la pintora impresionista Mary Cassat ilustraba en "El baño del niño" la relación materno filial desde la proximidad doméstica, en una escena extremadamente familiar.

Al contrario de lo que sostiene Abramovich, hay artistas que han incorporado su propia vivencia maternal a su discurso creativo y lo han engrandecido con ella.

Es el caso de la avilesina Soledad Córdoba, que en "Mater Oblatio", la exposición que le dedica el Museo Lázaro Galdiano de Madrid y que puede visitarse hasta el 24 de noviembre, indaga, reflexiona y cuestiona ese estado tan singular y a la vez universal que es la maternidad a través de la fotografía y las instalaciones.

Soledad Córdoba, junto a la comisaria de la exposición, Zara Fernández de Moya, ha concebido la exposición como una gran ofrenda a la maternidad, con todas sus contradicciones, que las tiene y muchas. La artista ha afrontado la experiencia de un modo transformador y, con su arte, se ofrece a sí misma como ofrenda, en un homenaje a la fuerza creadora de las mujeres y desdiciendo a Abramovich: es posible ser madre y hacer arte.

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